In dubio pro reo

Gloria Álvarez tuvo un accidente de circulación el pasado sábado en Ciudad de Guatemala. Al parecer se saltó un semáforo y chocó contra otro vehículo. El accidente se saldó con lesiones en ambos conductores. La policía intervino, tomó declaración a ambas partes y ahí quedó la cosa. Con todo queda pendiente dilucidar si Gloria pasó con el semáforo en ámbar, eso lo dirán las cámaras de control de tráfico. Nada que no suceda habitualmente en cualquier ciudad del mundo. En Ciudad de Guatemala sucede con más frecuencia porque es un lugar en el que circular a partir de ciertas horas constituye un serio peligro para la integridad física del conductor. La mayor parte de asaltos se producen en los semáforos. Los ladrones van en motocicleta, se colocan junto al coche al que van a atracar cuando está detenido en el semáforo, el pasajero saca la pistola y amenaza a los ocupantes con ella. Si no entregan el teléfono y la billetera disparan. Así de simple, así de pavoroso.

Por lo demás, cualquiera puede cometer un error al volante y, precisamente para eso, se inventaron los seguros de accidentes, para protegerse en alguna medida de esta eventualidad. Gloria, que además de buena persona es precavida y cumplidora de la ley, tiene suscrito un seguro de accidentes. Ese seguro, tras la preceptiva investigación del accidente, tendrá que indemnizar al conductor contra el que Gloria impactó. No será inmediato, estas cosas nunca van rápido porque las aseguradoras tienen sus tiempos, pero van. Tras el accidente Gloria informó del accidente a su compañía de seguros para que cubriese su responsabilidad en la medida de lo contratado, extremo que la compañía aceptó.

Hasta aquí todo normal. Pero en Guatemala lo normal adquiere categoría de extraordinario en función de una variable fundamental sin la cual es imposible entender la sociedad guatemalteca: el quién. De haberse llamado de otro modo esto no hubiese merecido ni un breve en la prensa, pero se llama como se llama y ha ocurrido todo lo contrario. Hoy son muchos los que piden su cabeza clavada en lo alto de una estaca para exponer en la plaza mayor con objeto de edificar a los viandantes.

Tanto la policía como la otra parte, un tal Jorge Alexander Godínez Ramírez, acusan a Gloria de conducir bajo los efectos del alcohol. Acto seguido una suerte de fiesta macabra se ha extendido por las redes. ¿Qué aportan para sustentar la acusación? Nada tangible y, mucho menos, objetivable. Dicen que Gloria «olía a alcohol», luego concluyen que estaba borracha y que debe ser tratada como una criminal. No sé en Guatemala, pero en España conducir bebido es un delito que se juzga con el código penal en la mano y que puede implicar penas de prisión, especialmente si se ha provocado un accidente.

Para que a un conductor le puedan acusar de conducir borracho el denunciante tiene que acreditarlo mediante una prueba. En España se practican unos test realizados con alcoholímetros homologados y conforme a una metodología muy precisa. El conductor puede impugnar sobre el terreno los resultados del alcoholímetro y, en ese caso, la policía le traslada hasta un hospital donde le practican un análisis de sangre provisto de todas las garantías clínicas. Si es así el automóvil queda inmovilizado y el conductor ha de exponerse a que todo el peso de la ley caiga sobre él. Me consta que en Guatemala no es así. Me consta también que en aquel país se puede comprar a la policía en el caso de que a uno le den el alto y conduzca totalmente borracho. Todo tiene un precio y el de la policía de aquel país es extremadamente bajo.

Que Guatemala sea tan disfuncional en casi todo no debe privarnos de pedir que deje de serlo, precisamente porque la queremos y nos importa. En la duda siempre la Justicia ha de ponerse a favor del reo, la vieja máxima del derecho romano que apuntala el principio de inocencia y complementa el principio de legalidad. En el caso de Gloria hay duda porque no hay prueba. Hay, de hecho, una duda gigantesca que invalida la acusación en el acto. Siento decirlo por sus odiadores, que son legión, pero una cosa es decir por las redes sociales que Gloria empina el codo y otra bien distinta es procesarla por eso mismo basándose en la pituitaria de un patrullero de la Policía Nacional Civil, cuyos agentes aceptan coimas con mucha frecuencia cuando no directamente las solicitan, y en el testimonio de la otra parte, que ni siquiera tenía suscrito un seguro para su automóvil. Por más vueltas que le demos al tema aquí el único delito que se aprecia es el que ha perpetrado Jorge Alexander Godínez conduciendo sin seguro. Y eso no es un despiste o un error, es una actitud premeditada y sostenida en el tiempo. Esa si es una prueba tangible y plenamente objetivable porque en esto del seguro no hay medias tintas: se tiene o no se tiene.

Gloria ha hecho todo lo que puede hacer: ofrecer su versión, que es convincente y tiene sentido. Aquí la tienen, sírvanse y saquen sus propias conclusiones.

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2 Comments

  1. En Guatemala tambien es delito conducir bajo efectos de alcohol, la diferencia es que acá basta con tener dinero e influencias para evadir a la justicia. Ella se escondio en un hospital privado y luego su violento padre mandó a un abogado para torpedear la labor de la policia y evitar la prueba de alcoholemia. Por favor, enamorela y llevesela a españa.

  2. Pero este articulo es del todo objetivo, no defiendo el circo mediático que se ha realizado con Gloria, pero solamente hablas sin fundamento, iniciando porque en Guatenala no es delito manejar sin seguro, aduces la presuncion de inocencia pero tu mismo calificas lo que hizo el otro conductor de delito, aduces que no hay pruebas cuando tenemos sistemas jurídicos diferentes el tuyo es inquisitivo y el nuestro acusatorio y es evidente que en fragancia la investigacion debe completarse porque en un primer momento no se tiene toda la investigación, confundes el induvio pro reo con el favor libertati, de nuevo repito que no apoyo el circo que quieren hacer con Gloria pero el sesgo aca es evidente

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