
En Italia sucedió el domingo lo que no estaba previsto y el país ha devenido ingobernable. Afinemos. Estaba prevista la ingobernabilidad, pero no el hecho de que Forza Italia y el Partito Democratico se disolviesen como azucarillos en el recuento. Al final ganó la Lega y el Movimiento 5 Estrellas. El centro-derecha tenía un candidato (Berlusconi) y ahora tiene a otro (Salvini), un milanés de 44 años con el que nadie contaba. La socialdemocracia se ha hundido. Renzi ha perdido más de 200 escaños de una tacada y se ha tenido que ir a su casa a esconderse. La nueva izquierda italiana se llama Movimiento 5 Estrellas y su flamante líder el napolitano Luigi Di Maio. El país presenta, por tanto, una acusada fractura política, pero también territorial. El norte es de centro-derecha y el sur de izquierda. Un mapa endiablado que le garantiza al presidente Mattarella un dolor de cabeza antológico.
Pasado el trámite de la fiesta de la democracia, ahora toca la fiesta del politiqueo, a saber, los representantes tejemanejeando con sus intereses a costa de los de sus representados. Una vez adjudicadas las poltronas, si la foto de familia resulta hiriente para el pueblo pues se le explica que se ha hecho por la gobernabilidad, la estabilidad, el bien común y en resumen por Italia, y listo. Todos los votantes traicionados por lealtad a la patria y a gobernar tan ricamente. Este sistema garantiza que gobernará quien más renuncie a sus promesas y mejor subaste los cargos. Todas unas credenciales.
Un cordial saludo.