José Antonio Primo de Rivera: el hombre y el mito

El régimen de Franco gustaba de exhibir públicamente el retrato de un hombre joven que había fundado durante los años treinta un pequeño partido llamado Falange Española. Este hombre, José Antonio Primo de Rivera, fue fusilado en la prisión de Alicante poco después de comenzar la guerra civil. Las autoridades republicanas le acusaban de haber colaborado con los sublevados y le condenaron a muerte por ello. Su apellido era bien conocido por cualquier español de la época porque su padre, Miguel Primo de Rivera, había gobernado años antes tras dar un golpe de Estado que sirvió de antesala a una dictadura que no consiguió consolidarse.

Miguel Primo de Rivera, un militar regeneracionista y autoritario, murió en el exilio sólo dos meses después de renunciar al cargo. Su hijo en aquel momento era un joven abogado de 27 años que no había prestado nunca atención a cuestiones políticas. Fueron los descarnados ataques a su padre primero, y la llegada de la república después, lo que le empujó a meterse en un partido monárquico con intención de defender el legado del dictador y denunciar lo que él consideraba inaceptables desmanes del nuevo Gobierno republicano. Lo hizo a través de una formación monárquica porque monárquica y conservadora había sido su educación. En 1933 se hizo con un escaño en las Cortes, pero antes de eso ya se había operado en él una transformación ideológica notable. Tras ver lo que había pasado en Italia y Alemania, se persuadió de que el futuro de España pasaba por un régimen de tipo fascista que acabase con cualquier resabio de democracia liberal. Ese era, a su juicio, el único modo de impedir una revolución bolchevique.

De ese convencimiento nació Falange Española, un partido minoritario que se sumaba a la moda imperante entonces en Europa de formaciones políticas uniformadas y organizadas con una rígida jerarquía interna. Poco después de fundarse se fusionó con las Juntas Ofensivas Nacional Sindicalistas, un partido genuinamente fascista que le aportó buena parte de su acervo doctrinal. Pero el falangismo en la España de la Segunda República no consiguió muchos adeptos. José Antonio Primo de Rivera fue incapaz de renovar su escaño y tras ello le abrieron varios procesos judiciales que le llevaron directo a prisión. Allí sería condenado a muerte en noviembre de 1936.

La historia de Falange pudo terminar ahí, pero sucedió otra cosa bien distinta. Francisco Franco, el jefe de los militares sublevados, elevó a los altares a José Antonio y utilizó su pequeño partido como base del partido único del régimen dictatorial que alumbró la guerra civil. Para entonces José Antonio Primo de Rivera ya se había convertido en héroe nacional, fuente de legitimación y referente doctrinario del franquismo. Durante décadas su figura fue omnipresente en los espacios públicos al tiempo que se mostraba al infortunado José Antonio como ejemplo a seguir por la juventud.

Su preeminencia, no obstante, duró lo que duró el franquismo. Tras la muerte del dictador en 1975 el partido único del régimen fue disuelto y la figura de José Antonio olvidada poco a poco. Las generaciones de españoles nacidas en el final del franquismo o ya en el periodo democrático apenas saben nada de él porque había perdido su utilidad práctica para los nuevos partidos políticos surgidos en la transición. Se juntan, por lo tanto, en la figura de José Antonio dos personajes históricos difícilmente conciliables. Por un lado, el de un político un tanto sui generis que tuvo una carrera realmente corta y no llegó nunca a desempeñar cargo importante alguno y, por otro, el de un mito político que, aunque hoy olvidado, tuvo en su momento una gran importancia.

En El ContraSello:

  • Los etruscos
  • El Beato de Liébana

Bibliografía

3 Comments

  1. Buenas noches, me he metido por primera vez en la web y me he encontrado con un apartado en el que aparece: «En el contrasello: el beato de Liébana» ¿Me podríais indicar cómo encontrarlo? Muchas gracias.

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