
Se vivió ayer otra jornada de infarto en Westminster. Gran parte de lo que iba a pasar ya se sabía salvo alguna excepción, como la inesperada dimisión de John Bercow, presidente de la Cámara de los Comunes, que anunció su renuncia para finales del próximo mes, concretamente el mismo día en el que el Reino Unido iba a abandonar la Unión Europea sin acuerdo: el fatídico 31 de octubre. El Gobierno, por su parte, cumplió su amenaza más inmediata, la de cerrar el Parlamento tal y como estaba previsto y autorizado por la reina desde hace días.
Lo que no pudo sacar adelante fue el adelanto electoral a mediados del mes próximo porque la cámara se opuso, el gabinete está en minoría parlamentaria desde hace unos días y esto era lo previsible. A partir de aquí Westminster queda en suspenso durante cinco semanas. Johnson se queda a solas y necesitado de una argucia para cumplir con lo que prometió nada más aterrizar en el 10 de Downing street a finales de julio. Podría hacerlo por las buenas si encuentra la triquiñuela legal o por las malas si decide ignorar el mandato del parlamento.
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