
Alberto Fernández tomó ayer posesión de la presidencia de Argentina en un acto solemne celebrado en el Congreso. El presidente saliente, Mauricio Macri, ha querido que la transferencia de poderes sea ejemplar, no como le sucedió a él hace cuatro años, cuando Cristina Fernández de Kirchner se negó a entregarle el bastón y la banda presidencial. Pero a Alberto Fernández le va a hacer falta algo más que cortesía y buenas formas. Tiene delante a un toro bravo que ha embestido ya a su antecesor y que podría terminar embistiéndole a él también.
La situación económica es muy complicada, el Estado vive asediado por los vencimientos de deuda, tanto con inversores privados que compraron bonos, como con el FMI, a quien se le adeuda buena parte del préstamo que Macri pidió hace año y medio. El resto de indicadores económicos adolecen de idéntica mala salud, algo con lo que tendrá que lidiar el nuevo gabinete peronista que se hartó a hacer promesas durante la campaña electoral, promesas que no podrá cumplir porque no tiene con qué pagarla:
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