No con nuestro dinero

Sin contribuyente no habría Estado, y sin Estado no habría políticos. Pero la figura del contribuyente, del Taxpayer o pagador de impuestos tal y como se le conoce en los países de habla inglesa, suele ser ignorada, cuando no directamente criminalizada por buscar el modo legal de contribuir menos. En países como el nuestro el contribuyente es el último paria a quien nunca se le consulta nada pero todo se hace con su dinero y, lo que es peor, en su nombre. En Estados Unidos los impuestos siempre han sido mucho más bajos, pero los que los pagan son plenamente conscientes de que ellos son la pieza fundamental de todo el sistema.

Por eso las asociaciones de contribuyentes llevan medio siglo vigilando de cerca al Gobierno sin importar de que signo sea, dándole la vuelta a la idea de que un Estado grande es necesario e irreversible e instruyendo a la gente cómo los impuestos bajos son la madre de una sociedad próspera y libre. Rand Paul fundó una de ellas hace ya quince años en Kentucky. Es uno más de un movimiento imparable, el de los contribuyentes, que reunió en Washington a cerca de un millón de personas el pasado mes de diciembre. ¿Su lema? el de siempre desde hace dos siglos y medio: “Don’t tread on me” (no me pises)

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