
Se ha armado un escándalo considerable en Argentina en los últimos quince días a raíz de una polémica decisión judicial, la de excarcelar a un número relativamente alto de presos para contener el contagio dentro de las prisiones. No ha sido Argentina el único país, otros como Brasil, Italia o México han hecho lo propio. Todo proviene de una recomendación de la ONU, que ha pedido a los Gobiernos que tomen medidas de descongestión en las penitenciarías para evitar que la enfermedad se expanda y ocasione un problema sanitario de primer orden en su interior.
En Argentina han culpado al Gobierno de Alberto Fernández de fomentar esas excarcelaciones que muchos consideran masiva y arbitraria ya que se han puesto en libertad a peligrosos criminales con el riesgo que de ello se deriva para la seguridad ciudadana. Fernández se ha defendido alegando que no ha sido cosa suya, que la liberación de presos es cosa de los tribunales, lo cual es cierto, pero sólo a medias porque el oficialismo ha defendido, en ocasiones ardorosamente, la excarcelación como medida humanitaria. No lo ve así buena parte de la sociedad argentina y, por descontado, las víctimas que no saben como mostrar su impotencia ante lo que parece una medida ideológica.
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