
En poco más de una semana, el próximo 4 de marzo, habrá elecciones en Italia. Son unas elecciones importantes porque es probable que el actual partido gobernante, el Democrático, salga del poder. ¿Quién va a entrar en su lugar? Pues no se sabe muy bien. Podría ser la Forza Italia de Berlusconi pero con Berlusconi gobernando desde bastidores porque está inhabilitado, o el Movimiento 5 estrellas, ese partido antisistema que apareció hace cinco años con intención de comerse Italia y que al final se quedó con las ganas. Lo que es seguro es que ninguno obtendrá la mayoría absoluta, lo que traerá bloqueo parlamentario y un Gobierno cogido con pinzas. No hay que preocuparse demasiado, en eso los italianos son consumados expertos.
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La identificación de la política italiana con la corrupción no es una malicia popular sino la triste constatación de una realidad expresada en la retahíla de casos de cohechos y sobornos que durante décadas han salpicado incesantemente el quehacer político italiano a modo de muestra sobre la realidad no desvelada de su habitual desempeño. Independientemente de quien gane las elecciones y de quien forme gobierno, ya sabemos que no será un gobierno con la suficiente fortaleza como para afrontar la reforma laboral que precisaría el país y sabemos que no tendrá ni la más mínima idea sobre cómo afrontar el problemón migratorio que preside la vida social italiana. Quizás con que sea capaz de no estigmatizar a los refugiados y evite la irrupción de un partido segregacionista, sea suficiente. El domingo empieza el circo para designar quienes no arreglarán nada.
Un cordial saludo.