
Nos golpean y en lugar de cargar las culpas sobre el agresor, que lo reivindica, está a la vista y es perfectamente identificable, buscamos autoculpabilizarnos. «Vuestras políticas, nuestros muertos», una de las pancartas más vistosas de la manifestación del sábado en Barcelona decía exactamente eso. Los responsables no son los doce de Ripoll, el extravío homicida del imán y su fanatismo islamista. No, en absoluto. Es el Gobierno y «sus políticas». También podría haber sido la islamofobia, la guerra de África de hace un siglo o las Cruzadas de hace diez. El abanico de coartadas siempre es amplio cuando se quiere exculpar a alguien.
En descargo de los manifestantes de Barcelona cabría decir que ni siquiera son originales. A estas alturas ya lo hemos visto todo. Hace trece años en Madrid, dos días después del 11-M, ya se ensayó -con gran éxito, por cierto- algo así. «Las bombas de Bagdad estallan en Madrid» decían muchos. Otros eran más directos acusando directamente al Gobierno: «Aznar, por tu culpa pagamos todos». Aquí una muestra.
Los que mueven este tipo de consignas saben bien lo que hacen. Emplean la vieja táctica de los revolucionarios rusos del 17: valerse de cualquier excusa, por inmoral que sea, con tal de desgastar al enemigo. El «cuanto peor vayan las cosas, mejor para nosotros» de Trotski. El problema no son ellos que, al fin y al cabo, hacen su trabajo de zapa, son quienes compran con entusiasmo la consigna y la emplean como emplaste para mitigar el dolor.
Algo muy similar a lo que sucede con muchas mujeres maltratadas. Los psicólogos han descrito cuatro etapas en el maltrato. La primera es la de negación: el no, no es cierto, la agresión es verdadera pero excepcional y, por supuesto, no volverá a repetirse. Esa fase la sociedad europea ya la ha superado. Al la fuerza, obviamente. Después de una decena larga de atentados en los últimos dos años sabemos que no es una excepción, un desafortunado accidente, es la norma. Nos encontramos en la segunda etapa: la de la autoculpabilización. El agresor no es dueño de sus actos, lo hace a causa de factores externos como el trabajo, el estrés, el jefe o porque simplemente no hemos ha sabido estar a la altura de sus expectativas.
A las mujeres maltratadas ese placebo no les sirve de gran cosa. Las agresiones persisten e incluso aumentan porque el sometimiento voluntario es el terreno donde mejor arraiga el despotismo. Ahora solo queda saber cuál de los dos déspotas terminará saliéndose con la suya.
Lo que duele,exaspera ó enerva ,es la actitud de la clase dirigente de esta maldita nación y Rajoy en particular.Lo realmente acongojante,es que si ese inutil,por fin despierta,va a tener una reacción en bloque de los totalitarios(nacionalistas y comunistas) que probablemente con el partido mas traidor de la historia de los últimos 100 años ,se uniran en una moción de censura que podria(aunque no lo se),provocar un enfrentamiento civil.No lo se,ya veremos.