
En España los sondeos de intención de voto tienen una función más inductiva que predictiva. Se cocinan de manera que, como el EGM en la radio, unos salen beneficiados y otros perjudicados en función de los intereses del encuestador. En el caso del CIS el encuestador es el propio Gobierno, el ministerio de Presidencia concretamente, cuya titular es Soraya Sáenz de Santamaría.
¿Cuáles son los intereses del Gobierno? Pues no precisamente los mismos que los de Soraya Sáenz de Santamaría. Al Gobierno, personificado en Mariano Rajoy, le interesa seguir siéndolo después de las próximas elecciones. A Soraya Sáenz de Santamaría le interesa que el Gobierno se personifique en ella. Para conseguirlo necesitaba primero quitarse de en medio a toda la competencia -cosa que ya ha hecho- y luego descabalgar a su jefe. Esto último es quizá lo más complicado. Tiene que tirar al capitán por la borda pero sin hundir el barco o, al menos, sin hundirlo del todo.
El navío popular presenta un aspecto lamentable. Tiene varias vías de agua en el casco, está infectado por termitas y a la sentina no hay quien baje porque está inundada. Pero sigue a flote. La encuesta del CIS le coloca en el primer puesto con una intención de voto del 24%. Después de la cocina, claro, de inclinar a los indecisos hacia el PP. Si miramos el dato de intención directa de voto lo primero que advertimos es que ahí gana Ciudadanos: un 16,1% frente a un 12,1%. Los que tienen decidido el voto en el centro-derecha se decantan más por Ciudadanos que por el PP.
Si el sorpasso se produce, Soraya no podría presidir un hipotético Gobierno en coalición con Ciudadanos, tendría que conformarse con un simple ministerio en el mejor de los casos y, en el peor, con una patada en el trasero y un billete de tren a su Valladolid natal. Es por ello que el CIS, es decir, el ministerio de Presidencia, es decir, Soraya Sáenz de Santamaría ha encendido todos los fogones para crear la impresión de que será el PP quien gane y, por lo tanto, a ellos les corresponda formar Gobierno. Este escenario, con un Rajoy ganador pero calcinado después de dejarse la piel en el brete, es con el que sueña la vicepresidenta. Ella entraría por la puerta de atrás que es por donde lleva entrando toda su vida.
Claro, que uno al solitario puede hacerse todas las trampas que quiera. En los dos últimos años el PP se ha dejado 10 puntos en intención de voto: del 33% de las elecciones del 26-J al 24% que, cocina mediante, le adjudica el CIS. Eso son cinco puntos cada año. Si siguen a este ritmo en dos años rondarán el 14%, casi el mismo resultado de Ciudadanos en las urnas. Quedarían en cuarto puesto -un resultado peor que el de UCD en el 82- y habrían perdido un 70% de los votos que obtuvieron en 2011. Recordemos, la UCD perdió el 77% del 79 al 82.
Algo así supondría la implosión del PP, un partido adicto al presupuesto y que no puede respirar lejos del BOE. Supondría también el final de la carrera política de Soraya Sáenz de Santamaría, que aún es joven y quiere seguir mandando hasta el día del juicio final. Luego es fácil concluir que la maniobra del último barómetro es un preludio de lo que está por venir.
A Ciudadanos lo van a machacar y todos sabemos cómo las gasta esta mujer. Dispone del BOE sí, pero también del CNI y de los principales medios de comunicación, que besan por donde pisa porque muchos de ellos le deben la supervivencia. Pero ahora ya no pueden apelar al miedo como hicieron en 2015 y 2016. Podemos ha tocado techo y de Ciudadanos no se puede decir que sea un partido antisistema, más bien todo lo contrario. Los de Rivera son el sistema del 78 quintaesenciado con todas sus miserias y grandezas.
Tampoco puede emplear -como hizo intensamente Rajoy hace tres años- la baza de la recuperación económica. Ésta ya se ha producido y de lo que se trata ahora es de gestionar las vacas gordas. En las municipales de 2015 insistían mucho desde Génova con eso de que no era buena idea cambiar de capitán en medio de la tormenta. Pues bien, la tormenta ya ha amainado y el capitán actual no le gusta a casi nadie.
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El CIS ha hablado con el propósito de tranquilizar los nervios destrozados del gobierno que necesita escuchar que la gente aún confía en él pese a los resultados de sus gestiones, que necesita convencerse de que el partido emergente no lo es tanto, que necesita consolarse con que otros partidos también son desaprobados, que necesita un ánimo que no encuentra ni a su alrededor y en sí mismo. Y el CIS que está para lo que está, ha salido cumplidor y solícito a presentar la realidad de la manera más halagüeña posible. Se aproxima un castigo electoral y Soraya lo viste de contrariedad asumible. Ya veremos si ese es el traje o no. A mí me extrañaría.
Un cordial saludo.