
Hasta hace no mucho tiempo el día de la mujer, el 8 de marzo, se recordaba de pasada en los informativos de televisión y poco más. No había manifestaciones ni, por supuesto, huelgas. El día como tal es antiguo. Lo designó la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas reunida en Copenhague en 1910. Al parecer lo propuso Clara Zetkin, una comunista alemana del primer tercio del siglo XX que, a pesar de decirse defensora de la libertad, decidió exiliarse a la Unión Soviética de Stalin y no a Inglaterra, a Estados Unidos o a la propia España, que era donde las mujeres ya podían votar en 1933, fecha en la que hizo el equipaje y se marchó a Moscú, donde moriría poco después.
Esta fecha que propuso Zetkin quedó en el calendario aunque no sería hasta los años setenta cuando se empezó a conmemorar de manera más o menos sistemática, aunque con un perfil muy bajo. No por nada, sino porque todas las demandas del movimiento feminista original fueron siendo atendidas paulatinamente a lo largo de la segunda mitad del siglo.
Ya en esta década el movimiento feminista fue totalmente capturado por la extrema izquierda occidental, que ha apostado fuerte por esto de las identidades. Necesita, además, nuevos sujetos de lucha para mantener su discurso y a falta de proletarios se ha decantado por las mujeres.
Y así, en clave marxista, fue como nacieron las grandes convocatorias feministas que culminaron el año pasado en la huelga del 8-M. Al carro se han subido todos los sospechosos habituales: los partidos políticos, los sindicatos y las empresas, que tratan de estar a bien con los dos anteriores. Así vemos que si hace diez años las multinacionales estaban pesadísimas con el medio ambiente y la sostenibilidad, hoy lo están con lo del feminismo y la diversidad.
La cuestión es que los que manejan el cotarro feminista no comulgan demasiado con las multinacionales que tan obsequiosas se muestran con sus eslóganes. No es una opinión, es un hecho a la luz del manifiesto que llamaba el año pasado a la huelga. Lo tengo delante. No es muy largo. Se lee en cinco minutos y prácticamente desde la primera línea aleja cualquier equívoco sobre su contenido.
El encabezado es una foto. Esta foto.
Quizá habría que recordar a esta joven que ya tiene los mismos derechos. Si no quiere flores no tiene más que decírselo a su novio. No creo que se ofenda porque las flores no son precisamente baratas. A partir de aquí lo que viene es previsible. Veamos.
¿Las que trajeron la Segunda República? Hasta donde yo sé la trajo el rey Alfonso XIII largándose del país sin previo aviso tras unas elecciones municipales.
¿Las que lucharon en la Guerra Civil? La guerra ocasionó más o menos medio millón de muertos. En su gran mayoría hombres porque eran los que iban al frente. En el censo de 1940 había un 1.100.000 menos hombres que mujeres. En el inmediatamente anterior, realizado en 1930, la diferencia era de sólo medio millón. En los rangos de edad comprendidos entre los 18 y los 60 años el número de mujeres duplicaba al de hombres. En 1940 había 557.000 mujeres de 18 años frente a sólo 277.000 hombres, 477.000 mujeres de 30 años frente a 212.000 hombres, 311.000 mujeres de 45 años frente a 149.000 hombres.
La sobremortandad masculina en la Guerra Civil fue tal que la esperanza de vida media para los varones españoles descendió hasta los 43,1 años. Esto me parece que es reírse de nuestros abuelos y bisabuelos de los dos bandos que murieron en la flor de la vida ya defendiendo sus ideales, ya porque no les quedó otro remedio.
Como vemos empiezan mintiendo, pero el festival sigue.
Eso de la sororidad es un neologismo acuñado por Miguel de Unamuno hace un siglo para referirse a la hermandad femenina, pero creen que lo acaban de inventar ahora. «Exigimos que el Pacto de Estado contra las violencias machistas –por lo demás insuficiente– se dote de recursos y medios para el desarrollo de políticas reales y efectivas». ¿Mil millones de euros sólo en publicidad no es suficiente? Quizá haya que asignar el 5% o el 10% del PIB a este asunto para que se queden contentas.
Pero sigamos: «somos diversas». Igual que cualquier grupo humano. Los madrileños somos también diversos, los bonaerenses, los mexicanos. «Vivimos en el entorno rural y en el entorno urbano, trabajamos en el ámbito laboral y en el de los cuidados. Somos payas, gitanas, migradas y racializadas». Lo mismo, vale para cualquier comunidad. Los españoles vivimos en el entorno rural y en el entorno urbano, trabajamos en el ámbito laboral y en el de los cuidados. Somos payos, gitanas, migrados y racializados. Es una perogrullada de tal grado que no merece más comentario.
Quizá si lo merezca esta frase el hecho de que pidan una sociedad «libre de violencias contra las mujeres y niñas». ¿Acaso es deseable una sociedad que admita la violencia contra los hombres y los niños? La violencia es condenable siempre sin importar a quien vaya dirigida. Pero hay más.
«¡BASTA! De opresión por nuestras orientaciones e identidades sexuales!». En España no hay opresión por la orientación sexual. De haberla en algún caso no hay que denunciarla en un manifiesto ni convocar una huelga, hay que ir al juzgado.
«Llamamos a la rebeldía y a la lucha ante la alianza entre el patriarcado y el capitalismo que nos quiere dóciles, sumisas y calladas.» Aquí ya enseñan la patita. Hasta ahora todo eran perogrulladas o mentiras tipo «vivimos en la ciudad y en el campo», ahora viene lo bueno.
No aceptan «estar sometidas a peores condiciones laborales, ni cobrar menos que los hombres por el mismo trabajo». No lo están. Si las mujeres ganasen menos por el mismo trabajo nadie contrataría a un hombre. Voy más lejos, si una mujer cree que están pagando a sus compañeros más que a ella en igualdad de condiciones laborales no tiene más que denunciarlo, demostrarlo y a la empresa se le caerá el pelo.
Denuncian que «ser mujer sea la principal causa de pobreza» pero los datos dicen exactamente lo contrario. Según el INE en España hay 22.900 personas sin hogar, lo que comúnmente se conoce como mendigos. 18.400 son hombres y 4.500 son mujeres.. el 76%.
Aseguran que «el embarazo o los cuidados no pueden ser objeto de despido ni de marginación laboral». No lo son. Es ilegal despedir a una mujer embarazada, algo fácilmente demostrable ante un tribunal.
Piden que «el tiempo dedicado a tareas de cuidado, o que hemos desarrollado en el campo, sea reconocido en el cálculo de las pensiones al igual que el trabajo laboral». Bien, ahora tienen que explicar cómo se computa eso. Si pasar el aspirador en casa o planchar, cosa que hacen tanto las mujeres como los hombres, fuese un empleo equiparable al que desempeñamos en nuestro puesto de trabajo habría que pagar por ello. ¿Pretenden eso?
Como vemos se trata de un manifiesto de máximos, hecho a tumba abierta, de un acusado radicalismo en todos los aspectos. Un documento que recoge todos los elementos que conforman hoy la ideología de extrema izquierda. Pero, curiosamente, este disparate lo suscribió todo el mundo sin habérselo leído siquiera. Esto es lo más dramático.
Be the first to comment