En Zimbabue se ha consumado el golpe. Ha sido incruento y con mucha parsimonia. Tras varios días de intrigas palaciegas en Harare el nuevo hombre fuerte del país, Emmerson Mnangagwa, se ha hecho con todo el poder colocando a Mugabe y a su ambiciosa esposa al margen. Le pondrá una pensión y le ha garantizado inmunidad. Empieza para esta joven nación africana una nueva era que, si Mnangagwa está por la labor, puede ser muy esperanzadora. Zimbabue se encuentra ahora en el vagón de cola de África pero no tiene por qué resignarse a ello.
Tras décadas de padecimientos por los desastres de los gobiernos patrióticos y en especial por los dislates políticos de Roberto, ahora tocará seguir penando con los nuevos despropósitos gubernamentales, e ir viendo qué se le va ocurriendo a Emerson. Imaginar que en la cabeza de Emerson tiene alguna prioridad el bienestar de los zimbabuenses, es creer en unicornios, así que ahora se trata de sosegar o purgar los discrepantes, lanzar frases tranquilizadoras hacia el exterior y organizar nuevos trapicheos y chanchullos con estos y aquellos para seguir desangrando el país. Y si hace falta alguna reformita para evitar un colapso o una revuelta, pues eso que se llevarán los tiranizados. Habrá quien busque el origen de las actuales desgracias zimbabuenses lejos de Zimbabue, en otros tiempos o en otros responsables políticos pero este es el aquí y ahora de Zimbabue.
Un cordial saludo.