
El jueves pasado por la tarde un inmigrante senegalés murió de un paro cardiaco en una calle del barrio de Lavapiés, en Madrid, famoso por su multiculturalidad hoy y por su casticismo local en el pasado. En principio aquello no debió pasar de ahí, pero lo hizo, esa misma noche se registraron graves disturbios entre manifestantes, que acusaban a la policía de haber matado al inmigrante, y los antidisturbios. Detrás de aquella locura colectiva, echando leña al fuego, estaban los propios concejales de Gobierno del ayuntamiento de Madrid. Algo nunca visto antes: los concejales agitando a los alborotadores. Fue una noche triste en la que la demagogia, la mentira y la desvergüenza de unos políticos sin escrúpulos humilló a un barrio entero y, por extensión, a la ciudad. Querían tensión, necesitaban tensión y están dispuestos a todo con tal de conseguirla.
A los podemitas la realidad se les indigesta y la fantasía se les torna pesadillas. La realidad: un ciudadano sufre una crisis cardiaca en plena calle y es socorrido por los viandantes, la policía y el SAMUR. Lamentablemente fallece por causas naturales. La fantasía: la malvada sociedad capitalista y su xenofobia personalizada en la policía hostiga y acosa hasta la muerte a un inmigrante sin papeles lo que requiere una respuesta popular violenta que despierte conciencias y escarmiente a los cómplices. La pesadilla: demagogia, violencia y estupidez expuestas como herramientas de trabajo de los podemitas.
El barrio de Lavapiés se llama así por su origen de judería y el lavado purificador ritual, antes de ir a la sinagona, de sus vecinos. O tempora, o mores.
Un cordial saludo.