Argentina: del kirchenirsmo al macrismo

Este domingo hubo elecciones legislativas en Argentina. Se renovaba la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado. En números redondos, la coalición macrista, denominada Cambiemos, obtuvo el 42% de los votos frente a la coalición kirchnerista, llamada Frente para la Victoria, que obtuvo el 22%. Casi el doble. Resumiendo, Macri ganó el pulso a Kirchner y, además, le rompió la mano.

Pero, si nos atenemos a los precedentes, nada hacía presagiar que esto fuese a ocurrir. Se sabía que Cambiemos iba a ganar, pero era difícil de creer que lo haría con tanta autoridad. La crisis económica, que empieza a remitir, sigue castigando a los argentinos. La inflación es muy alta, no al nivel de Venezuela obviamente, pero supera el 20% anual. Para que nos hagamos una idea, en España durante 2016 la inflación registrada fue del 1,6%, es decir, lo mismo que Argentina en sólo un mes. Sin entrar a valorar las razones por las que la inflación en Argentina sigue siendo tan alta a pesar de que hace casi dos años que Kirchner abandonó la Casa Rosada, este de la inflación es un monstruo que, una vez liberado, cuesta mucho devolver a la jaula. Combatir el alza de precios es un proceso lento. En la Europa de los años 70 llevó una década bajarla de los dos dígitos hasta un tolerable 5-6% anual.

Aparte de la crisis hay un escándalo de mil demonios montado en Argentina a cuenta del hallazgo del cadáver de Santiago Maldonado en el río Chubut (en la Patagonia). Maldonado era un joven pacifista que se había apuntado a las protestas de los mapuches. El muerto se lo cargaron a Macri porque, al parecer, la policía andaba implicada en la desaparición. Esta historia de Santiago Maldonado apenas ha llegado a España porque no dejamos de hablar de Cataluña, pero ha sido sonadísima en Argentina, una auténtica crisis de Estado. Tanto que todavía el sábado se repetía que el caso Maldonado pesaría en las urnas. Pero no ha sido así. ¿Por qué?

Es pronto para saberlo, pero parece que la clase media urbana y los granjeros están con Macri, que ha ganado con holgura en Buenos Aires, en Santa Fe (que es donde está Rosario, capital del cinturón agrícola argentino) y en Córdoba, segunda ciudad del país. A ambos grupos, les ha bajado los impuestos y, sobre todo, les ha presentado un plan de reformas que es diametralmente opuesto al populismo peronista de Kirchner. Macri llegó al poder en 2015 con un margen pequeño de sólo 3 puntos y poco más de medio millón de votos sobre el candidato kirchnerista Daniel Scioli. Pero traía un programa condensado en un severo plan de choque que se sintió con especial crudeza el año pasado. Todos los ajustes son duros y más este habida cuenta del lamentable estado en el que había quedado la economía argentina tras el paso de los Kirchner.

El modelo de crecimiento desde 2003, basado en la exportación de productos agropecuarios, no daba más de sí. La muestra la tenemos en el cepo cambiario que el Gobierno fijó en 2011. De hecho lo primero que hizo Macri fue liberar el control de capitales. A ese cepo hubo que sumarle otro, el que Kirchner impuso a las exportaciones para rebañar hasta el último dólar de la economía productiva. Macri también lo eliminó en el curso de su primer año. Importar en los últimos años de Kircher se había convertido en misión imposible por la pesadísima burocracia y la falta de transparencia de los procedimientos. Macri suprimió buena parte de esas restricciones a la importación y también quitó las tasas que una Kirchner a la desesperada había impuesto a la exportación de productos agrícolas. El propio modelo económico se depredaba a sí mismo. Nada extraño, la política económica durante el último mandato de Kirchner se convirtió en un manicomio. Por cada agujero que cerraban abrían otros dos. No había seguridad jurídica ni predictibilidad. Un infierno para hacer negocios.

Pues todo eso parece que lo han descontado muchos argentinos y han votado en consecuencia. Se diría que esa Argentina inteligente y emprendedora ha tomado las riendas de la República. Luego hay esperanza. Macri tiene ahora lo que le faltaba en 2015: una mayoría parlamentaria que le permita llevar a cabo las reformas que la economía argentina está pidiendo a gritos. Éstas se concentran en cuatro grandes temas que tendrá que tener completados o, al menos, bien encarrilados, antes de las presidenciales de 2019.

La primera gran reforma es la fiscal. Argentina tiene que competir en el mundo. Y a competir se empieza bajando impuestos para convertirse en un destino atractivo para la inversión, tanto la externa como la interna. A fin de cuentas, lo que los argentinos dejen de pagar en concepto de impuestos lo gastarán o lo invertirán. Eso propulsará la creación de nueva riqueza. Tiene también que afrontar una profunda reforma laboral. Eso implica plantar cara a los todopoderosos caudillos sindicales, alimentados con largueza durante los sucesivos Gobiernos peronistas. Pero para hacer una tortilla hay que romper los huevos.

La tercera gran reforma es la de la racionalización del sector público. Kirchner infló la administración hasta extremos que, en algunos casos, rozaban la comedia. Muy comentado fue el caso de los ñoquis, empleados fantasma que cobraban el sueldo íntegro sin ir a trabajar. Se calculaba que había unos 250.000 ñoquis incrustados en la administración. Casi nada al lado de los cerca de cuatro millones de empleados públicos que hay en Argentina entre la administración central, las provincias y los municipios. Cuatro millones para un país de 44 millones de habitantes y una fuerza laboral de unos 17-18 millones de personas es un disparate.

Por último Macri tiene que meter a Argentina en la OCDE, algo que ya ha solicitado formalmente, ahora sólo le resta implementar el paquete de reformas que ésta le exige. En la OCDE ya está México y Chile, en la puerta de acceso se encuentran Colombia y Costa Rica. La OCDE es la primera división de la economía mundial, un sello de garantía que Argentina necesita para regresar al primer mundo, que es su lugar natural. Si todo esto lo culmina con éxito el macrismo terminará pareciéndose muy poco al kirchnerismo, será de hecho su anverso. No puede aspirar a menos.

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1 Comment

  1. Pareciese que en Argentina la sociedad, tras años, lustros, de comprobaciones de lo que significa para la calidad de vida y esperanza de prosperidad el kirchnerismo, hubiese decidido darle la espalda, es más, hubiese decidido iniciar una huida despavorida de sus propuestas y sus propósitos, lo que le otorga a Mauricio un crédito amplio y consistente. Ojalá sepa utilizar este holgado margen para reconducir todos los desvaríos perpetrados y, para lo que sería más trascendente, dejar vacunados a los argentinos ante el inevitable próximo brote de peronismo.
    Un cordial saludo.

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