Con la lengua fuera

Pablo Casado se entrevistó ayer con Pedro Sánchez en el palacio de la Moncloa. Sánchez aspiraba a convencerle para que eche una mano con los presupuestos que el Gobierno, con su habitual grandilocuencia, ha bautizado como «de la reconstrucción». Pero Casado no cayó en la celada. Sabedor del coste que eso le supondría en votos y en aprobación por parte de su base electoral, se ha echado a un lado dejando a Sánchez con sólo dos caminos: o ir de nuevo a elecciones o articular una serie de acuerdos con un batiburrillo de partidos.

Aparte de sus 120 escaños necesita los 35 de Podemos, los 10 de Ciudadanos y los 13 de ERC para superar los 176 escaños que le exige el trámite parlamentario. Este escenario ya se dibujaba tras las elecciones de noviembre y el posterior acuerdo de Gobierno entre Sánchez e Iglesias. Pero la pandemia ha aplazado varios meses el problema. De ahí la insistencia en meter al PP en esto a cualquier precio. Sánchez, no obstante, podría sacar los presupuestos adelante si consigue engañar a varios y éstos se dejan. Una vez los tenga aprobados podrá sobrevivir año y medio o dos años sin más contratiempos que una crisis económica que seguramente termine por devorarles.

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