
Unos simples cuadernos están revolviendo las ya de por sí turbulentas aguas de la política argentina. El escándalo saltó hace quince días. Ocho cuadernos escritos a mano como los que emplean los escolares destapaban una gran red de sobornos cuyo objetivo era recaudar millones de dólares a cambio de adjudicaciones de obra pública durante la era Kirchner.
En principio nada especial, el ABC de la corrupción sino fuese porque señalan directamente a Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de Argentina entre 2007 y 2015. Pero Cristina no se ha retirado. Sigue estando al pie del cañón en el Senado y, a pesar de que vive sitiada por casos de corrupción, aspira todavía a ser reelegida en las próximas elecciones, que se celebrarán dentro de un año, en octubre de 2019. Eso, claro, si sobrevive a este terremoto.
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Argentina es un país donde de día crece lo que de noche se arranca.
Estos cuadernos son la expresión de una trama corrupta que no tiene a todos sus implicados untados o chantajeados, una trama corrupta descuidada por ser demasiado extensa o creerse impune. Los cuadernos no cuentan la catadura moral de Cristina, cuentan la realidad de un país en donde la corrupción tolera a la política. Como siempre, lo sorprendente no es que haya políticos corruptos sino que los no corruptos o no se enteran o no se quieren enterar, en todo caso, trabajan en una fosa séptica y sonríen porque no se han manchado el traje. Tiene que venir un chófer a explicarles dónde trabaja toda la clase política honrada.
Un cordial saludo.