
Hace unos meses, con motivo de la manifestación contra el atentado de Las Ramblas al que acudió el Rey en persona, la gente de la CUP (y sus podemian partners) provocaron una micropolémica sobre las armas que España vende a países como Arabia Saudí. No encajaba mucho dentro del guión porque los atentados se perpetraron con una furgoneta de la marca Fiat y unos cuchillos comprados en un chino de Cambrils, pero algo tenían que decir para desviar la mirada del respetable, que, desde el primer momento, empezó a posar sus ojos sobre temas delicados como la falta de integración real de sus inmigrantes favoritos o ciertas negligencias de seguridad.
Esto de la venta de armas es un clásico. Cada vez que sucede algo trágico la culpa es de quien ha vendido el arma y no de quien la emplea. Un curioso modo de retorcer los hechos que, a pesar de que lleva la trampa implícita en el enunciado, siempre cuela, al menos para los suyos, necesitados de un apósito de urgencia tras el golpe de realidad.
Lo cierto es que España vende armas en el extranjero. Lo hace por la sencilla razón de que hay empresas que las fabrican y clientes que las compran por todo el ancho mundo. La tradición armera de nuestro país es muy antigua. En Toledo, por ejemplo, se fabricaban espadas de primera categoría alabadas en toda Europa, de ahí lo de «fiel espada triunfadora de noble acero toledano» de la famosa zarzuela. El noble acero toledano era una aleación de acero asturiano y hierro vizcaíno que los armeros y artesanos de la ciudad imperial trabajan luego con gran maestría.
La Real Fábrica de Artillería de Sevilla data de mediado el siglo XVI y estuvo operativa hasta 1991. No muy lejos de allí estaba la Fábrica de Municiones, que sigue en pie y que los sevillanos conocen como «Torre de los perdigones» por una razón fácil de imaginar. Un siglo más tarde, como la demanda de la Corona aumentaba sin cesar se fundó otra Real Fábrica de Artillería en la otra punta del país, en Cantabria, cerca de Liérganes, donde se fundieron cañones hasta tiempos de Fernando VII.
Pero había más fábricas de armas. La de Orbaiceta, en el Pirineo navarro, estuvo en operación durante siglos hasta finales del XIX. La de Trubia, en Asturias, sigue funcionando, aunque reconvertida en una moderna planta que produce componentes de carros de combate para la empresa Santa Bárbara. Era tal la demanda que en el norte comarcas enteras se especializaron en la fabricación de armamento. Este fue el caso del valle del Deva con la ciudad de Éibar, en Guipúzcoa, como estandarte o la vecina Placencia, que no por casualidad su nombre completo es Placencia de las armas.
Cabría preguntarse por qué se fabricó tanto armamento durante tanto tiempo. Simple, porque los imperios no se mantienen con tirachinas y buena puntería, se mantienen como diría Jared Diamond, con armas, gérmenes y acero. Nuestros antepasados emplearon los tres en grandes cantidades durante siglos para que en los dominios del Rey nunca se pusiese el sol.
¿Cuánto se exporta? ¿A quién se exporta?
Hoy ya no hay imperio que defender pero se siguen fabricando armas, muchas de ellas de alta tecnología o virguerías artesanales como fusiles de caza muy apreciados en el extranjero y cuyo precio no baja de los 3.000 euros por unidad. Una parte las compra el Estado para las Fuerzas Armadas y los diferentes cuerpos de policía, otra se exporta. La pregunta sería ¿cuánto se exporta y a quién?
Vayamos por partes. Empecemos por la segunda: ¿a quién vendemos armas? Pues a todo el que pueda pagarlas y no esté sujeto a sanciones internacionales. Es decir jamás se vendió una sola bala a los talibanes afganos o al régimen de Bashar Al-Assad. Si les llegó algo hecho en España no fue por la vía oficial. Respondernos a la pregunta de cuántas requiere más espacio y mucho más trabajo. Israel, más conocido en Twitter como Absolutexe, se ha tomado ese trabajo y lo ha condensado en este hilo. Veamos.
En 2015 las exportaciones de armas ascendieron a un importe de 3.720 millones de euros, la mitad (1.825 millones) a la UE y los socios de la OTAN y la otra mitad (1.895 millones) a otros países. El principal cliente de la industria armamentística española es Alemania, seguido por Arabia Saudí, el Reino Unido y Francia. Vender armas a nuestros aliados no creo que suponga ningún conflicto ético, más bien todo lo contrario, tenemos suscrito con ellos un acuerdo de defensa mutua y lo suyo es que lo honremos en todos los aspectos.
Pero, ¿y los otros? Bien, los otros son 57 países. Algunos que podríamos denominar delicados. Afganistán, por ejemplo. Su Gobierno pagó 149.300 euros… por un sistema de vigilancia para una base aérea. Y ya.
Arabia Saudí, que es el origen de toda la polémica, un régimen teocrático abiertamente repugnante, compró armas por valor de 549 millones de euros. Un respetable importe. ¿Qué les vendimos concretamente? Dos aviones cisterna de reabastecimiento en vuelo, el A330 MRTT, que se hace en la planta de Airbus Military de Madrid, y un avión de transporte, el CASA 295 fabricado en Sevilla. Por poco que nos guste, Arabia Saudí no está sujeto a embargo alguno, como tampoco lo está la Venezuela de Maduro, que se harta a comprar armas españolas y bien sabemos para que las emplea.
Al año siguiente, en 2016, se vendieron armas y municiones varias a los saudíes, pero con su certificación de destino final correspondiente. Ese armamento puede ser sustraído o perdido para luego emplearse en guerrillas y atentados, pero eso ha sucedido siempre. Si eres un delincuente y yo fabrico, por ejemplo, revólveres lo más que puedo es no vendértelos directamente, pero me es imposible evitar que accidentalmente terminen en tus manos.
Un ejemplo. Durante 2015 la industria española vendió pistolas semiautomáticas para la policía de Senegal por valor de 33.225 euros. Si un criminal arrebata el arma a un agente senegalés y se lía a tiros en un mercado, ¿la culpa es nuestra? Ídem con la policía de Perú, de Túnez o de Portugal, que también adquirieron equipamiento español ese mismo año.
La única opción que se me ocurre para evitar que estas armas caigan en manos de bandidos es dejar de hacerlas, cerrar las fábricas y equipar a nuestros soldados y agentes de policía con armamento hecho en otros países. Es una posibilidad, pero eso no implicaría que se abandone la fabricación de armas, porque mientras haya demanda habrá oferta.
La industria española, además de generar una cantidad respetable de empleo cualificado y de contribuir a equilibrar la balanza de pagos, cubre una parte de esa demanda global ateniéndose escrupulosamente a los convenios internacionales y pasando estrictas auditorías. ¿Sería mejor dejar este negocio tan sensible en manos de Rusia, Bielorrusia o de otras repúblicas ex soviéticas? No lo creo.
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españa no vense armas, solo vende cañones gatillos carcasos fulminante, etc, pero armas, no, vende barcos, motore, pero no vende buques de guerra, ek tiempos de felipe gonzales se veian camiones con carcasas de bombas por la calle pero solo eran chapas