La acampada de la Puerta del Sol ha presumido de ser la primera de las revoluciones que se han hecho completamente en red. Evidentemente sin Twitter y Facebook no hubiese sido lo mismo. Los acampados han podido, gracias a sus teléfonos móviles y a las conexiones 3G, retransmitir en directo para todo el mundo sus protestas, sus asambleas y sus soflamas. Este uso tan intensivo de tecnología de última generación contrastaba con el aspecto general del campamento: sucio, maloliente y caótico.
Las quejas por el estado de la acampada han sido continuas. Las condiciones sanitarias dejaban mucho que desear. Un día un grupo de acampados montaron un teatrillo con ratas domesticadas que no tardó en saltar a los medios. No fueron los únicos parásitos que también acamparon en la céntrica plaza. Chinches y pulgas se apuntaron entusiastas atraídas por la mugre acumulada, la comida y los ubicuos colchones y mantas. Una extraña mezcla de smartphones y pies negros que terminó por ser el santo y seña de la favela.
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