El correísmo se tambalea

El domingo 19 hubo elecciones en Ecuador. Rafael Correa no se presentaba, lo hizo en su lugar su vicepresidente Lenín Moreno. Los resultados, que tardaron varios días en salir, invitan a la esperanza. Moreno, con un 37% de los votos ganó, pero ha perdido 20 puntos con respecto al Correa de 2013. Lo que implica que habrá una segunda vuelta que se celebrará el próximo día 2 de abril. La oposición, capitaneada por Guillermo Lasso tiene por delante una auténtica contrarreloj para aunar voluntades. De hecho, Moreno se lo jugaba todo a la carta de la vuelta única, ya que la oposición ecuatoriana, aunque fracturada en varios partidos, es muy potente y en términos numéricos le pasa por encima al oficialismo. Eso fuera de Ecuador nos puede parecer sorprendente, pero el correísmo no ha echado las mismas raíces que Morales en Bolivia o Chávez en Venezuela, es decir, que está lejos de ser un movimiento hegemónico.

Si volvemos la vista diez años atrás, justo cuando Rafael Correa acababa de hacerse con la presidencia, nos encontramos de frente con el relato oficial del régimen. Aquel que se vendía (con gran éxito, por cierto) más allá de sus fronteras. Ecuador era un país pequeño, pobre y endeudado que al fin levantaba el vuelo después de siglos de marginación y sometimiento. El relato, obviamente, era falso. Ecuador no es pequeño. Lo es si lo comparamos con Brasil, pero es que casi cualquier país del mundo es una miniatura al lado de Brasil. Ecuador es del tamaño de las Filipinas y mayor que el Reino Unido. Tampoco es pobre, al menos en el sentido de mísero. Su PIB per cápita es equivalente al de Indonesia y no mucho menor que el de Serbia. Y respecto a la deuda, lo estaba tanto como lo están casi todos los Estados del mundo, empezando por EEUU.

El relato como es lógico cumplía una función, la de servir de base al Gobierno de Correa y a toda su política. Y lo consiguió porque Correa ha sido el líder bolivariano que mejor prensa ha tenido en el exterior durante la última década. Correa es, como bien dice Montaner, la quintaesencia del populista latinoamericano de nuevo cuño. Adaptó el chavismo a Ecuador sin llegar a enfeudar el país a La Habana, manteniendo la dolarización y sin más excesos revolucionarios que los estrictamente necesarios para atornillarse en el poder. En el poder ha pasado una década y seguiría en él de no ser por un legalismo que le ha impedido presentarse una cuarta vez.

Correa era el chavismo bueno, el civilizado, desprovisto de boinas y uniformes, una perita en dulce para la intelligentsia europea y norteamericana

A diferencia de Chávez, su padrino, Correa no era el clásico milico malencarado que da golpes de Estado. Era un profesor  de economía de la San Francisco de Quito, una universidad privada muy prestigiosa. Un hombre joven (43 años cuando llegó al poder), universitario, con experiencia internacional y casado con una belga que conoció de joven cuando estudiaba en la universidad de Lovaina. Alguien así no podía tener más que buena prensa. Y de hecho la sigue teniendo. Era el chavismo bueno, el civilizado, desprovisto de boinas y uniformes, una perita en dulce para la intelligentsia europea y norteamericana. De ahí que muchos no se expliquen por qué el candidato correísta esté a punto de perder el poder. Lo perderá si Lasso consigue en la segunda vuelta sumar los votos de Cynthia Viteri, del Partido Social Cristiano, y de Paco Moncayo, de la Alianza Nacional para el Cambio. Esos tres candidatos ya superaron el 50% de los votos en las elecciones del día 19. Si Lasso consigue atraer a los votantes de Viteri y Moncayo se convertirá en presidente.

De ser así este banquero de 62 años se encontrará con un país en crisis. Lejos queda aquello del «milagro ecuatoriano» y, más lejos aún, lo de la «revolución ciudadana» que tanto gustaba a los españoles de Podemos. Ecuador ha desaprovechado una década prodigiosa. Nunca antes había entrado tanto dinero en el país. Correa cabalgó sobre un mercado de materias primas alcista. El petróleo, por ejemplo, cuando llegó al poder rondaba los 50 dólares el barril, llegó a estar a casi 150 y durante buena parte de sus tres mandatos ha permanecido por encima de los 100.

El clásico castillo de naipes burbujístico que se vino abajo tan pronto como el precio de las materias primas empezó a cotizar a la baja

La fiesta correísta se pagó con esta renta extraordinaria que ha financiado todo tipo de dispendios públicos, la mayor parte innecesarios. La nómina pública se ha doblado, se crearon infinidad de programas asistenciales y se emprendió un ambicioso programa de construcción de infraestructuras, muchas inútiles y casi todas con sobrecostes. El clásico castillo de naipes burbujístico que se vino abajo tan pronto como el precio de las materias primas empezó a cotizar a la baja en el mercado internacional.

De eso hace ya más de dos años. Y, como dice el refrán, donde no hay harina todo es mohína. Para compensar la bajada de ingresos, y sin poder recurrir a la creación de dinero nuevo porque el país carece de divisa propia, Correa ha subido todos los impuestos posibles y se ha inventado otros tantos. Ha metido un paquetazo arancelario con la intención manifiesta de frenar las importaciones, pero como el país no produce todo lo que consume ha terminado encareciendo muchos bienes de primera necesidad como la carne o la leche. Se ha sacado también de la manga infinidad de tasas para ir rebañando acá y allá unos centavos.

Todo para mantener al Frankenstein de la «revolución ciudadana» con vida. Un Frankenstein que ha fabricado una clientela gigantesca eso sí. Ya sea de manera indirecta mediante subsidios o de un modo directo a través de contratos con el Estado, lo que ha encendido la mecha de la corrupción. Este de la corrupción ha sido uno de los temas más tratados durante la campaña que vino a coincidir con el escándalo Odebrecht que está sacudiendo a varios países hispanoamericanos.

El resultado final es el que todos podemos imaginar. La economía no crece o lo hace mínimamente. Si en 2011 crecía al 8% en 2015 era ya solo al 0,3% y el año pasado decrecía. La deuda pública va camino de duplicarse y ha tenido que pedir ayuda al FMI. Este será el Ecuador que se encontrará Lasso o el que seguirá malbaratando Moreno. Tan solo nos queda esperar. No mucho, apenas un mes.

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