
Esta crisis no va a terminar hasta que tengamos una vacuna efectiva. Esta idea se repite una y otra vez desde hace semanas y es algo estrictamente cierto. Podemos protegernos mejor o peor, podemos adoptar medidas de confinamiento forzoso o de distanciamiento social voluntario, podemos usar mascarillas y guantes cada vez que nos aventuremos más allá de la puerta de nuestro hogar, podemos culpar al vecino o al Gobierno, pero el mal sigue ahí, esperando pacientemente para entrar en nuestras células y multiplicarse. Sólo la vacuna resolverá este problema definitivamente y permitirá que pasemos página y digamos adiós a esta pesadilla.
Actualmente hay decenas de laboratorios repartidos por el mundo que trabajan a contrarreloj para producir esta vacuna. En ello hay un interés humanitario pero también económico. La primera empresa que lo consiga podrá explotar la patente y ganar con ella grandes cantidades de dinero. Las patentes, que pueden llegar a ser útiles en otros ámbitos y con otras dolencias, aquí pueden retrasar y complicar la difusión de una vacuna que salvará millones de vidas y que debe ser asequible y estar disponible en todo el mundo.
En La ContraRéplica:
- La situación en Grecia
- El despotismo iletrado
- En torno al teletrabajo
- El panorama económico
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