
Ayer a mediodía Joe Biden juró el cargo como presidente de Estados Unidos. Es el 46º de una larga lista que arrancó en 1789 con George Washington. La investidura de Biden pasará a la historia por las excepcionales circunstancias en la que se ha realizado. La ciudad de Washington se encuentra desde hace días en algo parecido a un estado de excepción. Un total de 25.000 soldados de la Guardia Nacional se apostaron en las cercanías del Capitolio para evitar disturbios como los del pasado 6 de enero. A eso hay que sumarle el protocolo contra la pandemia que ha limitado la asistencia de público, dando a la ceremonia un aire distópico, propio por lo demás de estos tiempos de covid.
En su discurso inaugural el ya presidente apeló a la unidad nacional y anticipó que sus principales objetivos son cerrar las heridas internas, combatir los efectos del coronavirus y reactivar la economía cuanto antes. El que no estaba presente en la ceremonia era su antecesor en el cargo, Donald Trump, que abandonó la Casa Blanca en helicóptero a las ocho de la mañana para dirigirse a su residencia de Florida. Esto también ha sido histórico. Trump es el primer presidente que no acude a la investidura de su sucesor desde que Andrew Johnson se negase a asistir al juramento de Ulysses Grant en 1869. A partir de hoy se verá si las palabras de Biden durante su discurso de investidura se sustancian en algo real o seguiremos hablando de los Estados desunidos de América
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