[…] «He ido observando qué cosas regocijan al progre. Son realmente raras. Por ejemplo, el aborto. Yo podría comprender -aunque no compartir- que alguien, con lágrimas en los ojos, admitiese la despenalización del aborto en supuestos extremos. Pero de quienes celebran el aborto como un avance social, sin sentir siquiera la desazón de cuando se sacrifica a un cachorro, me separa un abismo. Del mismo modo, no es que ellos disculpen la eutanasia, es que les parece el culmen de la modernidad. Que un matrimonio se divorcie queda más moderno que una boda, siempre que no sea homosexual. Negociar con terroristas era más interesante que derrotarlos, aunque, chico, qué remedio. Les encanta que no haya cheque escolar; y de clases en español, ni hablar.» […]
[…] «Lo lógico sería ilusionarse cuando un nuevo hombre le nace al mundo; cuando un matrimonio evita la ruptura; cuando un enfermo encuentra sentido a su vida y no se desespera; cuando los padres pueden dar a sus hijos la mejor educación que imaginan… ¿Quién no se alegra ante esto?» […]
Pues el progre.
Enrique García Máiquez en el Diario de Sevilla
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