
Hace quince días, el 4 de noviembre exactamente, estalló lo que con el paso de las semanas se asemeja más a una guerra civil entre el Gobierno central de Etiopía y las autoridades de la región autónoma de Tigré, situada en el norte del país, junto a la frontera con Eritrea. El Gobierno ha desplegado al Ejército y la situación ha escalado hasta un punto en el que los combates son generalizados. Todo está sucediendo sin que el mundo apenas lo advierta por lo remoto de la región donde están teniendo lugar los hechos, y por el empeño del primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, en que este asunto pase lo más desapercibido posible.
Ahmed un reformista protegido por Occidente que el año pasado fue galardonado con el premio Nobel de la paz por haber puesto fin a una guerra de dos décadas con la vecina Eritrea. Pero los conflictos étnicos devoran a este país, el segundo más poblado de África después de Nigeria, desde hace décadas. Etiopía es un crisol de etnias religiones y lenguas que, como otros muchos países africanos, no termina de encontrar el modo de reconocerse a sí mismo. La guerra de Tigré es por ahora un conflicto local, pero podría extenderse a Eritrea desestabilizando definitivamente a un país que estaba empezando a superar su secular atraso. Hoy en La ContraCrónica vamos a desentrañar las claves de esta guerra de la que nadie quiere saber nada
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