Las cataratas del Iguazú

Me entero por la prensa del ramo que la cadena hotelera Meliá, que es española, de Mallorca concretamente, acaba de inaugurar un fastuoso hotel en el lado argentino de las cataratas del Iguazú. Es, de hecho, el único que está en las mismas cataratas, dentro del mismo Parque Nacional de Iguazú. El hotel es de lujo, un Gran Meliá, en el que la compañía ha invertido nada menos que 20 millones de dólares.

Meliá es una cadena muy grande, tiene 350 hoteles en 35 países. En ciudades como Madrid, Barcelona o la propia Buenos Aires tiene varios, pero también cuenta con establecimientos en lugares realmente exclusivos como este de Iguazú o uno en el Parque Nacional del Serengeti, en Tanzania, en el que a mi no me encontrarán porque yo los leones prefiero verlos por la televisión. El Serengeti, además, tampoco es que me llame mucho.

Las cataratas del Iguazú son otra cosa, eso si que me llama. Son uno de los mayores espectáculos naturales que se pueden contemplar en este planeta. Ahí van los datos «técnicos»: casi tres kilómetros de anchura, 82 metros de altura y 275 cascadas diferentes. Las del Niágara a su lado son un dedal. No es casualidad que sean patrimonio de la humanidad y que las hayan incluido como una de las siete maravillas naturales del mundo.

Están divididas en dos lados: el argentino y el brasileño. Esto es así porque el río Iguazú marca la frontera entre los dos países. Eso sí, la mayor parte de los saltos están en el lado argentino, incluido el más alto de todos ellos, la llamada garganta del diablo, sobre la que hay dispuesta una pasarela para disfrutar de la majestuosidad de las vistas.

Pasarela sobre la garganta del diablo, en el lado argentino de las cataratas

No quiero ni pensar lo que sintió su descubridor, el jerezano Alvar Núñez Cabeza de Vaca cuando se encontró con ellas en 1541. Fue de casualidad. Escuchó de lejos el rugido del agua al caer y se acercó a mirar. Cabeza de Vaca fue uno de esos exploradores totales. Hizo dos viajes a América. El primero de 1527 a 1537 en el que se alistó para conquistar la Florida en la expedición de Pánfilo de Narváez. Aquello fue un desastre que acabó en naufragio. Cabeza de Vaca llegó a las costas de Florida con los pocos supervivientes y desde allí realizó una travesía épica a pie que le llevó por el sur de lo que hoy es Estados Unidos hasta la costa del mar de Cortés, ya en las inmediaciones de California.

Regresó a España, dejó su aventura consignada en un libro y partió de nuevo hacia las Indias, esta vez con el título de Adelantado del Río de la Plata. Desembarcó en Santa Catalina (en el actual Brasil) y se internó en el continente. Ahí fue cuando se dio de bruces con las cataratas, a las que llamó Salto de Santa María.

A Cabeza de Vaca le costó varios meses llegar desde la costa hasta las cataratas. Hoy llegar a Iguazú es más fácil y, sobre todo, más rápido. Se puede hacer cómodamente en avión desde Buenos Aires en Aerolíneas Argentinas y, lo que es mejor aún, desde junio de este año directamente desde Madrid gracias al vuelo que va a poner Air Europa con sus nuevos Boeing 787, los Dreamliner que tan buenos resultados le están dando y que son tan luminosos por dentro. Espero que lancen ofertas inaugurales de este vuelo que, naturalmente, Liligo mostrará en su buscador.

Entretanto hay que ir con Aerolíneas vía Buenos Aires. Y ojo, caro no es, lo acabo de mirar en Liligo y me da precios a partir de 800 euros desde Madrid. Por cierto, cerca de las cataratas, en la ciudad de Puerto Iguazú, está la triple frontera más famosa de América, el punto en el que se juntan Argentina, Paraguay y Brasil. Son tres ciudades: Ciudad del Este en Paraguay, Foz de Iguazú en Brasil y Puerto Iguazú en Argentina. A las tres, por descontado, te lleva Liligo.

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