
Guillermo Lasso ganó este domingo las elecciones presidenciales en Ecuador. Lo ha hecho en segunda vuelta con un 52,4% de los votos frente a su rival, el correísta Andrés Arauz, que no se demoró en reconocer la derrota antes incluso de que concluyese el escrutinio. Lasso tomará posesión del cargo el próximo 24 de mayo, a partir de ese día se abrirá un nuevo momento político en Ecuador marcado por el fin definitivo del correísmo, una doctrina política que ha sido la dominante en Ecuador durante los últimos quince años.
Pero Lasso no lo tendrá fácil. Carece de mayoría en la Asamblea Nacional, donde su partido es la tercera fuerza por número de diputados. Se encuentra, además, con un país muy afectado por la pandemia cuyo PIB cayó en 2020 casi un 8% y que para este año no espera un rebote especialmente significativo. La pobreza ha crecido, ha aumentado el desempleo y el Estado poco puede hacer para poner remedios porque arrastra un déficit público muy abultado. Carece de liquidez por los bajos precios del petróleo y la el desplome recaudación de impuestos debido a una reducción muy acusada en la actividad económica. Los desafíos de Lasso son, como vemos, de gran magnitud.
Pero antes de abordarlos lo más oportuno es entender cómo se ha producido este vuelco político en el país, algo que en buena medida se puede calificar de improviso. Para hacerlo nos acompaña hoy en La ContraCrónica Pablo Arosemena, un empresario de Guayaquil, presidente de la Cámara de Comercio de esta ciudad y analista fino de la actualidad ecuatoriana.
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