Anda la cosa muy caldeada entre Irán y Arabia Saudí. Hasta ahora se peleaban a través de terceros pero los sucesivos conflictos en la región han hecho saltar todo por los aires. Los iraníes están crecidos, los saudíes, por su parte, libran una sórdida batalla dinástica entre el príncipe heredero y sus principescos parientes. Algo de esto se ha podido ver desde fuera tras la última purga interna la pasada semana. Pero la situación aún podría complicarse más. No olvidemos que si el principal productor del crudo del mundo se tambalea también lo hará el resto del mundo.
Tener muchísimos hijos y que te puedan heredar tanto ellos como tus muchísimos hermanos genera una barbaridad de pretendientes, más o menos legítimos, a tu herencia. La estabilidad para una situación tan, a priori, inquietante, viene dada por un río de petrodólares capaz de ahogar las ambiciones políticas en un mar de lujo asiático y por una mano de hierro que fulmine al primero que deja de sonreír en la foto familiar. De momento el río fluye y el heredero oficial fulmina diligentemente pero los nubarrones iraníes que se ciernen sobre los saudíes son ciertamente alarmantes.
Un cordial saludo.