Putin en apuros

El viernes pasado el opositor ruso Alexei Navalni, que se encuentra recluido en una prisión de las inmediaciones de Moscú, abandonó la huelga de hambre que mantenía desde finales de marzo. En un mensaje difundido a través de su cuenta de la red social Twitter, Navalni justificó su decisión en las recomendaciones que le habían hecho los médicos. Tras 23 días sin probar bocado su salud se encontraba ya visiblemente deteriorada, ha perdido la sensibilidad en las piernas y los brazos y se encuentra muy debilitado. Días antes los médicos le rogaron que pusiera fin a la huelga de hambre, argumentando que, de lo contrario, «pronto no tendrán a nadie a quien curar».

Para Putin que Navalni muera en prisión sería un problema, pero también lo es que permanezca con vida y en activo. El opositor se ha convertido en la auténtica némesis del amo del Kremlin, que arrostra un gran descrédito en el extranjero, pero que en Rusia mantiene aún índices de aprobación muy altos. El caso Navalni está erosionando ese apoyo. El jueves pasado se convocaron por todo el país manifestaciones en apoyo al preso más famoso de Rusia. Las de Moscú y San Petersburgo fueron muy numerosas y acabaron con miles de detenciones. La idea de los grupos de oposición era hacerlas coincidir con el discurso sobre el estado de la nación del presidente que se retransmitió por televisión en horario de máxima audiencia.

A pesar de sus esfuerzos que realiza el Gobierno por fingir que todo marcha sobre ruedas, la realidad es muy distinta. Rusia atraviesa una crisis económica muy profunda y empieza a vislumbrarse cierto hartazgo. Conforme pierde apoyo popular el régimen ha intensificado la propaganda y redoblado la represión.

En La ContraRéplica:

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