¿Quién es Jeremy Corbyn?

A menos de una semana de las elecciones en el Reino Unido los laboristas están recuperando terreno a toda velocidad. Si hace un mes tenían una expectativa de voto que les situaba en el entorno del 25%, hoy están por encima del 35%. Los sondeos les colocan de este modo a menos de diez puntos del Partido Conservador de Theresa May. El causante de semejante resurrección de última hora es Jeremy Corbyn, un veterano del ala dura del laborismo pero que no es muy conocido fuera de Gran Bretaña. No hay riesgo de que llegue a alzarse con la victoria, pero de materializarse lo que hoy anuncian las encuestas a la inquilina del 10 de Downing Street se le puede poner la legislatura un tanto complicada.

Corbyn es de esos políticos a los que les llega su momento cuando otros ya se han jubilado y dormitan en el Parlamento Europeo o en algún consejo perdido de la mano de Dios. Después de una vida entera dedicada esto (es diputado desde el 83), Corbyn consiguió llegar al liderazgo de los laboristas hace solo dos años, en 2015, cuando ya tenía 66 años. En aquel momento parecía imposible que saliese. Para ser nominado como líder del partido se necesita el voto de favor de, al menos, el 15% del grupo parlamentario laborista en los Comunes. Nadie daba un penique por él. Corbyn siempre estuvo a la izquierda de la mayoría de diputados laboristas, era su radical de cuota, el puro e insobornable tarro de las esencias que siempre hay en todos los partidos socialistas. Nadie se lo tomaba demasiado en serio.

Su escaño, a fin de cuentas, no se lo debía tanto al partido como a sus votantes del Norte de Islington, una circunscripción londinense donde arrasa desde hace 35 años. Islington es un distrito peculiar. Patria chica del Arsenal, es un barrio de orígenes populares pero que en el último medio siglo se ha aburguesado o, por emplear el término que se utiliza ahora, se ha gentrificado. Los vecindarios de este tipo, muy habituales en el centro de todas las grandes ciudades europeas, votan muy a menudo a partidos y candidatos de extrema izquierda. Islington es uno de esos casos en los que las rentas altas y las ideas descabelladas van de la mano.

La cuestión es que, a pesar de todo, Corbyn sacó la nominación. Se trataba probablemente de un experimento. Si dejaban pasar al estandarte del laborismo duro el debate se enriquecería. Además, en 2015 se llevaba el populismo en toda Europa. En la misma Gran Bretaña Nigel Farage hacía su agosto, luego bueno sería sacarse de la chistera a un radical y exhibirlo para que no les llamasen casta ni les acusasen de no escuchar a la calle. Pues bien, en una de esas carambolas que uno sabe como terminan pero no como empezaron Corbyn fue elegido líder del Partido Laborista para pasmo de propios y alegría de extraños. Quien dice extraños dice gente como Alexis Tsipras o Pablo Iglesias, que aplaudieron el volantazo a la izquierda de los laboristas británicos. Esperemos no encontrarnos con una carambola semejante y dentro de unos días se convierta en primer ministro.

Si llegase, que no lo creo, sería un primer ministro peculiar. Criado en una familia de izquierdas de clase media, dejó la escuela a los 18 años. Todo lo más que estudió fueron unos meses de «Estudios sindicales» (sic) en la Politécnica del Norte de Londres. Su tempranísima actividad política tampoco le dejó tiempo para mucho más. Corbyn milita en el laborismo desde la adolescencia. Fue activista antinuclear en los 60, luego se empleó en el Sindicato de Funcionarios y de ahí pasó a ser asesor de políticos laboristas locales. Así hasta que agarró el escaño con 34 años recién cumplidos.

Desde que llegó a Westminster ha empleado intensamente su escaño para amplificar sus campañas y obsesiones. En los años 80, por ejemplo, estaba obsesionado con el diálogo con el IRA. Llegó a invitar a dos terroristas al Parlamento para dar una charla solo unos días después de que la banda norirlandesa pusiese una bomba en Brighton que mató a varias personas en un hotel. Su relación con el Sinn Féin era privilegiada. En el 89 invitó a su líder Gerry Adams (mucho antes de que este blanquease su currículum) a hablar en la Convención anual laborista ocasionando un gran revuelo. Hoy vende su sacrificio por la causa como un logro ya que, según él, esas cosas ayudaron a traer el proceso de paz en el Ulster. El clásico tonto útil que en España conocemos bien. El proceso de paz, que llegó diez años más tarde, lo hizo por razones bien distintas, pero a ver quien es el guapo que le quita el caramelo de la boca a Corbyn.

Los tontos útiles siempre se valen de la equidistancia con el terrorismo, el consabido «yo no estoy con los terroristas pero tampoco con los otros que son iguales». Hoy el Reino Unido sigue siendo víctima de atentados terroristas. Este mismo año se han producido dos atentados, uno junto al Parlamento y otro en Manchester hace solo unos días. El de Manchester lo condenó pero no sin con conectarlo antes con «las guerras que el Gobierno británico ha apoyado en otros países». Y se quedó tan ancho.

En ocasiones anteriores también se retrató o, mejor, se autorretrató. En el 82 se opuso a la guerra de las Malvinas, en los años 90 se opuso a que la OTAN le parase los pies a Serbia, que estaba perpetrando masacres atroces en los Balcanes. Y, por descontado, se opuso a la intervención aliada en Afganistán tras los atentados del 11-S. Eso sí, años antes, durante la invasión soviética de Afganistán escribía de vez en cuando en el Morning Star, un panfleto prosoviético, órgano del Partido Comunista de Gran Bretaña, que aún se sigue publicando. Ni que decir tiene que nunca le afeó la conducta al Kremlin.

Porque si Corbyn ha sido algo en su vida es antiamericano, un antiamericanismo cerval, primario, poco común entre los británicos, más cercano al que se estila en Francia, en España o en Hispanoamérica. Un ejemplo. En 2014, cuando el ISIS hizo su aparición estelar en la escena mundial, le entrevistaron en Russia Today para recabar su opinión. Dijo que lo que hacía el Estado Islámico era espantoso pero lo que había hecho el ejército norteamericano en Faluya también lo fue. La atracción de este hombre por el islamismo es fascinante. Cuando EEUU mató a Osama Bin Laden en 2011 dijo que le parecía una tragedia porque merecía un juicio. Y así todo. Casi mejor no continúo. O sí, continúo, pero por Hispanoamérica. De Fidel Castro dijo que era un «campeón de la justicia social» y de Hugo Chávez que «había hecho grandes contribuciones para Venezuela y el mundo entero».

En todo lo demás ya os lo podéis imaginar. Promete más impuestos, más gasto, más intervención, más regulaciones y algunas nacionalizaciones «estratégicas» como los ferrocarriles o las compañías eléctricas. Una de ellas, Scottish Power, está en manos de la española Iberdrola así que es previsible que se la quite. Solo espero que lo haga con su correspondiente indemnización y no al estilo de su admirado Chávez.

En fin, una joyita. Que Dios le de larga vida a la Reina.

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2 Comments

  1. La favorable expectativa de voto de Jeremías podría deberse a que se ha vuelto locuaz con la edad o quizás a que los votantes del Brexit saben que Teresa se opone y que los votantes del Bremain saben que Teresa se lo está calzando. Puede que más que una arrebatadora elocuencia de Corbyn el personal se esté enfrentando a la insoportable incongruencia de May.
    Un cordial saludo.

  2. Joder, la que se ha liado con los asesinatos de Londres.
    Encumbrará la matanza a Corbyn hasta el poder?

    Será divertido el «diálogo» entre Carmena y Corbyn sobre la redistribución de la riqueza y la igualdad en resultados de todos y todas y todes y todxs y tod%s. Totus tuus.

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