Quién te ha visto, Chamartín

La idea de tomar una fotografía desde el aire es tan antigua como la propia fotografía. Si las primeras fotos datan de la década de 1840 al primero que se le ocurrió subirse con la cámara a un globo aerostático fue al francés Gaspar Felix Tournachon, más conocido como Nadar, que en 1858 se elevó sobre París y tiró unas cuantas fotos, pero ninguna de ellas se conserva. Nadar se obsesionó con el tema y hasta encargó la construcción de un gran globo al que bautizó como «El Gigante» (Le Géant) para recorrer Europa fotografiando las ciudades para luego vender las fotos a quien quisiese pagar por ellas. El Gigante se la terminó pegando en Hannover aunque Nadar, que era porfiado, lo reconstruyó y siguió volando con él.

Pero, como ya digo, las primeras fotos aéreas de Nadar no se han conservado por lo que la primera foto aérea que aún podemos contemplar la tomaron dos norteamericanos, James Wallace Black y Samuel Archer King, que, desde un globo colocado a 600 metros de altura sobre la vertical de Boston, retrataron el centro de la ciudad en octubre de 1860. Los autores titularon la captura como «Boston tal y como la ve el águila y el ganso salvaje».

A no ser que uno sea águila (o ganso salvaje) ver una ciudad desde arriba solo es posible si hay una montaña cerca como sucede en Barcelona (que tiene dos: la Collserola y Montjuic). Si no es así, y no es normal que sea así, no había modo de ver una ciudad desde el aire. Solo quedaba imaginársela, que es en definitiva lo que los ilustradores habían hecho durante siglos.

La foto lo cambió todo. No era una interpretación artística, era la realidad. Así lucía París, Roma o Berlín desde arriba sin más deformación que la del objetivo. Esta información, tan valiosa en tiempos de paz, lo era mucho más en los de guerra, especialmente si combinamos el arte de la fotografía con el de la artillería, que no es menos preciso. En la Primera Guerra Mundial se hizo un gran uso de la fotografía aérea, especialmente en el frente occidental, donde la cosa se había atascado en trincheras y era importante saber que tramaba el enemigo en la retaguardia. Los fotógrafos de la guerra no empleaban solamente globos, también montaron cámaras sobre el recién inventado aeroplano, que era más estable que el globo aerostático pero viajaba mucho más rápido y disponía de menos espacio en la carlinga para colocar el trípode y la máquina. Nadie dijo que estas cosas eran fáciles.

España no entró en la Primera Guerra Mundial, pero durante esos mismos años estuvo guerreando en África. Allí se tomaron las primeras fotos aéreas españolas. El ejército las utilizaba para conocer las posiciones enemigas o para darse el gusto de inmortalizar Ceuta, Melilla y los demás enclaves españoles del Protectorado. Su uso, con todo, era eminentemente militar. No sería hasta los años 20 cuando se empiezan a plantear que esto de la fotografía aérea podría ser también un negocio. ¿Qué compañía eléctrica, o de aguas, o telefónica no querría disponer de fotos reales de los lugares por donde iba a pasar un tendido o en los que pensaban instalar una central? Así nació el CEFTA, una empresa privada cuyos socios habían estado vinculados a la aviación militar y a las primeras fotografías aéreas en Marruecos.

En 1927 se pusieron con un gran proyecto: levantar un plano completo de Madrid, una cosa práctica, nada de arte. Avioneta, vertical, plano cenital y a disparar. Luego encajarían todas las fotos y venderían el mural a la numerosa clientela que lo aguardaba. Este de 1927 es el aeromapa más antiguo de España. Este año se celebra su 90 aniversario. La ciudad ha cambiado mucho desde entonces. Ha crecido en todas las direcciones y también hacia arriba. En algunas partes apenas se nota porque la trama del casco antiguo de la ciudad permanece más o menos idéntica, pero en distritos que nacieron durante el pasado siglo si que se ve un cambio radical.

Aquí os dejo Chamartín, que ha pasado de ser una colección de prados moteada de casas sueltas a un distrito que alberga unos 100.000 habitantes, el estadio del Real Madrid, la estación ferroviaria homónima y un montón de cosas más. En el camino nos hemos dejado el hipódromo (esquina inferior izquierda), que emigró a Puerta de Hierro y en su lugar hoy se alza ese complejo infame denominado Nuevos Ministerios.

 

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