¿Sobrevivirá Bitcoin a su propio éxito?

El Bitcoin está de moda. No hay día en que no aparezca una o más noticias en la prensa diaria sobre esta criptomoneda. Los que hasta ayer la ignoraban o la tenían como algo propio de friquis y de jovenzuelos con tiempo libre, hoy hablan mucho de ella, y no precisamente en buenos términos. La semana pasada el BCE se pronunciaba afirmando que el Bitcoin no es una moneda propiamente, sino un «instrumento de especulación». Poco antes, el CEO de JP Morgan Chase, Jamie Dimon, había declarado que el Bitcoin le parecía una estafa y que despediría a cualquier empleado que tomase posiciones en él. En fin, después de varios años avisando que iba a llegar el lobo, el lobo ya está aquí. Lo que no sabemos es si sobrevivirá a su llegada porque aquí no hay lobos, aquí tenemos dragones.

Si nos sumergimos en el mundillo del Bitcoin y, por extensión, en el de las criptomonedas el futuro del dinero luce muy diferente a como estamos acostumbrados a verlo. Creo que a estas alturas ya existe un amplio consenso entre empresas e inversores que, si no lo impide la autoridad, inventos como el Bitcoin van a tener un papel primordial en los pagos durante los próximos años. Estamos simplemente en los inicios, ese mágico momento en el que tres cuartas partes de la humanidad no entiende de qué va la cosa y la cuarta parte restante se divide entre defensores a ultranza de la nueva tecnología y sus detractores.

Dentro de diez años estas discusiones que tenemos ahora sobre el Bitcoin nos parecerán de risa, como nos parecen ahora las que sostuvimos en torno a la irrupción de Internet allá por 1994, las que tuvieron lugar a cuenta del P2P en el cambio de siglo, o las polémicas más recientes sobre los libros electrónicos cuyas ascuas aún están calientes. No hablamos de futuro, hablamos de presente. Las criptomonedas no son ficción. Ya están aquí.

A finales del mes pasado el valor total de mercado de todas las criptodivisas era de 170.000 millones de dólares, el equivalente al PIB de Rumanía y dos veces el PIB de Eslovaquia. Es un importe considerable, pero lo es más si tenemos en cuenta que ese valor de mercado ha crecido un 850% en lo que llevamos de año. Esta es, en definitiva, la razón última por la que todo el mundo habla de Bitcoin. La marea ha llegado a capitostes de la gran banca como Dimon, un tipo multimillonario a quien hace sólo tres años Bitcoin no le interesaba nada, quizá había oído hablar de él pero no creo que lo considerase más que una curiosidad tecnológica sin la mayor trascendencia práctica.

¿Es o no es dinero?

A Dimon no le gusta. Dijo textualmente que era una estafa. El BCE fue algo más cortés. Antes de criticar aportó una razón: el Bitcoin no es dinero. Esa es una de las grandes cuestiones que hoy se debaten: ¿es o no es dinero? En principio cumple con su función principal, la de ser un medio de pago comúnmente aceptado. Cumple también con otras como que su valor depende de la oferta y la demanda y, por lo tanto, es opuesto al precio de los bienes y servicios por los que se intercambia. No cumple, en cambio, con otras de las características típicas del dinero como erigirse en depósito de valor. El respaldo del Bitcoin no es físico, es tan sólo un código que, como tal, podría llegar a alterarse. Pero es que esa característica tampoco la cumplen los euros, los pesos o los dólares que llevamos en el bolsillo ya que son monedas fiduciarias. En el Bitcoin tenemos que confiar en que ese código mantenga su pureza, en el euro en que al gobernador del BCE no le de por encender la impresora.

Luego podríamos concluir que el Bitcoin sí es dinero. No es el mejor dinero posible -honor reservado al oro-, pero si es mejor dinero que la mayor parte de divisas fiduciarias. Y si no es mejor que todas se debe a que, por un lado, aún no se acepta de manera universal; y, por otro, las transacciones son algo lentas. Si pagas algo en Bitcoins la transacción tiene que confirmarse, y eso a veces lleva tiempo. El dinero ideal es aquel que libra un pago de manera rápida y satisfactoria para ambas partes. Esto ha dado pie a que algunos consideren a Bitcoin como dinero mientras que otros digan que es simplemente un activo muy líquido.

La cuestión es que, ya como dinero, ya como mercancía, tiene valor. Eso es innegable incluso para sus críticos. He aquí su grandeza y, a la vez, su principal debilidad porque los Gobiernos pueden ir contra él ya que, dada su naturaleza, es imposible que algún día lleguen a controlarlo. Lo hemos visto hace menos de un mes cuando el Banco central de China anunció que prohibía las colocaciones de criptomonedas, es decir, que las empresas del país no podrán financiarse a través de ICO (Initial Coin Offering) y tendrán que hacerlo a través de los cauces habituales pidiendo ese dinero en una ronda o mediante una OPV de toda la vida. Las ICO son un gran invento porque intercambias Bitcoins futuros que aún no se han minado por Bitcoins reales con liquidez inmediata. Para las empresas que están dando sus primeros pasos es una herramienta fabulosa.

Esto de no poder recurrir a las ICO podría ser sólo el principio. El Banco central de China podría proscribir mañana el Bitocoin en todas las transacciones so pena de multas, cárcel o fusilamiento. En la China Popular las tres condenas son posibles y habituales. Si el clima anti Bitcoin persiste no me cabe la menor duda de que se llegará a eso. El Bitcoin habrá muerto de éxito.

Para que lo peor no suceda los defensores de las criptomonedas, entre los cuales me encuentro, deberíamos pedir algún tipo de regulación que reconozca la existencia de la divisa y puedan auditarse las transacciones. Esto abriría la puerta a las ICO en todos los mercados de capitales, pero debidamente aprobadas y reconocidas por las autoridades bursátiles. Pero, sobre todo, se la cerraría a los criminales que se valen del Bitcoin para perpetrar fechorías tales como traficar con armas, drogas y personas o financiar actividades terroristas. Los bancos incluso podrían lanzar sus propias criptomonedas basadas en la misma tecnología de cadena de bloques. Las posibilidades son muy grandes y la banca debería aprovecharlas.

La otra opción, la de declarar ilegales a las criptomonedas y perseguir a quienes las posean sería un quebradero de cabeza ya que nadie las controla. Pero poniendo los medios adecuados, es decir, represión y castigo, terminarían desapareciendo como desaparecieron los lingotes de oro de los hogares norteamericanos cuando Franklin Delano Roosevelt los prohibió en 1933.

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1 Comment

  1. Bitcoin en una moneda que está ya regulada, pues tiene sus normas para poder ser operativa, reglas para la minería y reglas para las transacciones. Si no contemplas sus normas, pues no puedes usarla. La regulación estatal es otra cosa, pues si no la cumples, entonces multa o cárcel. Si el éxito de Bitcoin es su extra-estatalidad, entonces desaparecerá aplastada por el Estado o disuelta dentro del Estado, punto en el que otra moneda extra-estatal surgirá para continuar con el éxito de Bitcoin que consiste en ser una moneda por decisiones agregadas y no por imposición.
    Un cordial saludo.

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