
Theresa May ganó las elecciones británicas tal y como estaba previsto. Lo que no estaba de ningún modo previsto (y mucho menos por ella) es que iba a ganarlas perdiendo 13 escaños y con el laborismo recuperando aire. La convocatoria anticipada buscaba reforzar a May ante Bruselas, ante la Oposición en el Parlamento y ante sus rivales de partido. Pues bien, ha conseguido debilitarse en los tres frentes.
Ir a por lana y volver trasquilado suele ser una cura de humildad para la gente pero jamás para los políticos que con un «he entendido el mensaje» o un «esto es un acicate para redoblar esfuerzos» se perdonan las vergüenzas propia, ajena y torera, y siguen, si pueden, en el machito. La premier británica quiere dirigir un brexit en el que no cree y quiere hacerlo desde un liderazgo que no tiene. Tiene legitimidad formal y mucha voluntad, pero pocas cosas hay más peligrosas en política que un mentecato motivado.
Un cordial saludo.