Venezuela, la Navidad más triste

En Venezuela los cuatro jinetes del Apocalipsis no son la conquista, la guerra, el hambre y la muerte. Allí sólo tienen dos, se llaman escasez e inflación, ambas íntimamente emparentadas y que castigan con saña a la mayor parte de la población desde hace ya más de tres años. Fue entonces, en 2014, un año después de la llegada de Maduro a Miraflores, cuando empezaron a dispararse los precios y a vaciarse los anaqueles de las tiendas.

Las señales estaban ahí para quien quisiese verlas. El férreo control cambiario impuesto por Chávez desde 2003 estrangulaba la economía, favorecía la corrupción e invitaba a que el Gobierno tirase de impresión de moneda tan pronto como lo necesitase. Eso es exactamente lo que sucedió a partir de 2010. Los excesos presupuestarios del chavismo pasaban factura y, si bien de cara al exterior no se podía disimular, si podía hacerse dentro de casa sometiendo el bolívar a sucesivas devaluaciones.

En 2010 para comprar un dólar hacían falta unos cuatro bolívares, hoy son necesarios 112.268. Estamos hablando de un incremento del 2.800.000% en siete años. Este año la inflación se cerrará con una cifra no de dos dígitos, ni de tres, sino de cuatro, de aproximadamente el 2.600%. Dato oficioso porque el Banco de Venezuela no informa sobre la inflación desde hace años, desde principios de 2015 concretamente. Se puede por lo tanto afirmar sin miedo a equivocarse que Venezuela padece una hiperinflación en sentido estricto. Para saberlo no hace falta sumergirse en ningún sesudo informe macroeconómico, basta con hablar con cualquier venezolano.

El plato navideño típico de Venezuela son las hallacas, unos pasteles de maíz rellenos y envueltos en hojas de plátano. En principio parece un plato sencillo, propio de la cocina popular que lleva ingredientes de amplia disponibilidad y bajo precio como la carne de pollo o cerdo, las alcaparras, las pasas y la cebolla. Pues bien, la hallaca en Venezuela en las Navidades de 2017 es una exquisitez al alcance de unos pocos. Una familia que quiera adquirir unas cuantas para celebrar la Nochebuena deberá desembolsar unos dos millones de bolívares. ¿Eso es mucho o poco? Habida cuenta de que el salario mínimo es de 456.000 bolívares es un precio desorbitado. Es decir, harían falta cuatro salarios mínimos para comprar sólo las hallacas.

Los precios (y los salarios) en Venezuela se han llenado de tantos ceros que cuesta adivinar de cuánto dinero se trata en otras divisas. Si un venezolano cambiase hoy a euros su salario de, pongamos, medio millón de bolívares, le darían cuatro euros. Esos cuatro euros es lo que cuesta en Venezuela una botella de ponche-crema, una bebida alcohólica hecha con ron, huevos y leche muy popular en Navidad. Es como si el español medio tuviese que trabajar todo un mes para pagar la botella de cava con la que brindará en Nochebuena. Sencillamente delirante.

Ponche no podrán comprar, pero tienen por allá una criatura burocrática llamada «Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos» (sic) a la que la prensa se refiere con su acrónimo Sundde. Derechos socioeconómicos si, pero no pueden ni comer a causa de ese mismo Gobierno. Es orwelliano, lo sé, pero ese fue el nombre que le dio Maduro cuando la creó en enero de 2014. Esta superintendencia se encarga de fijar precios y de realizar inspecciones a los comercios para vigilar que respetan esos precios. Tras cuatro años de existencia la Sundde sólo ha servido para provocar escasez. A menudo fijan precios a productos por debajo de su coste de producción, lo que provoca que automáticamente salgan del mercado y pasen a comerciarse en circuitos clandestinos.

Este ha sido el caso de la carne de res y la de pollo. El precio oficial de la primera quedó fijado antes de Navidad en 49.000 bolívares, el de la segunda en 24.500 bolívares. Pero es imposible dar con ellas por la simple razón de que producirlas y distribuirlas cuesta más. Los comerciantes de estos géneros ni siquiera las piden. Si lo hiciesen tendrían que venderlas a pérdidas, eso les supondría una multa de la Sundde o quizá algo peor. Sin carne y sin pollo no se pueden preparar hallacas, y sin hallacas no es propiamente una Navidad, al menos venezolana.

Algo similar sucede con otros productos habituales en estas fechas como los juguetes para los niños. El Gobierno ha tratado de paliar la escasez entregando juguetes en grandes actos más destinados a servir de propaganda al régimen que a hacer felices a los niños. Y aún así la cosa se les ha ido de las manos. Hace tres días las autoridades organizaron un reparto de juguetes junto a la plaza de toros de Valencia. La cosa se desmadró. La muchedumbre, enfervorecida se pisoteaba mientras los encargados del reparto lanzaban juguetes sobre la multitud. Como consecuencia los niños salieron magullados y, en muchos casos, sin juguete. Un espectáculo grotesco, a caballo entre el ridículo y la vergüenza, que no tardó en viralizarse en las redes sociales porque uno de los participantes lo grabó con su teléfono.

No se me ocurre broche peor para una Nochebuena que este. Mister Scrooge no hubiese imaginado algo así ni en sus sueño más húmedos. Una Navidad tan triste que simplemente ha dejado de ser Navidad.

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2 Comments

  1. La Navidad es una celebración cristiana en la que la reunión familiar es la protagonista. En Venezuela, una infinidad de familias ven ensombrecidas sus reuniones familiares por el exilio y por las detenciones, y una infinidad aún mayor las ven nubladas por la escasez y el desaliento. Con o sin Fe estos son días de acompañarse, no contra la soledad sino contra la desesperanza. Los venezolanos que están padeciendo ininterrumpidamente, se tienen los unos a los otros y están en nuestros pensamientos y mejores deseos. En Venezuela, especialmente en Venezuela, es Navidad.
    Un cordial saludo.

  2. En estos días en que el Régimen corrupto y coronado se ha llevado un buen envite en Cataluña hay que hablar de Venezuela, claro. ¡Uhhh!, ¡qué miedo!, ¡que vienen los comunistas, los de Podemos!. Ante todo, hay que tener aterrorizado al personal para que las ovejas voten en el redil, no sea que se les olvide lo bien que se está en el Régimen con jornadas laborales de 12 horas y viviendo en la pobreza, mientras hablamos de lo maravillosas que son esas empresas que se envuelven en la bandera y viven del BOE y el saqueo legal, y lo que deberíamos bajar sus impuestos

    No vamos a hablar de Yemen, claro, que Arabia Saudí tiene dinero y, por tanto, «glamour» para los liberales, a pesar de ser una repugnante teocracia. Yemen, donde la gente se muere por los bombardeos por los amigos de negocietes de los Borbones y de la oligarquía patria, pero sobre todo por el cólera y el hambre por una guerra despiadada que Occidente mantiene en silencio. O Libia, donde después de ser «salvados» por la Otan hay mercados de esclavos

    No, hablemos de Venezuela. ¡Que vienen los comunistas, qué miedo!.

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