¿Alguien se acuerda de Barack Obama?

Estos últimos días, coincidiendo con el aniversario de la elección de Donald Trump, muchos han salido al paso asegurando que el presidente no ha hecho nada reseñable más allá de salir mucho en televisión y organizar algún que otro escándalo. Que han sido, en definitiva, diez meses tirados a la basura. Quizá podría suscribir algo así para los primeros cien días en los que Trump titubeó y no terminaba de encontrar su sitio. Pero a diez meses vista si que ha hecho algunas cosas, no muchas, es cierto, pero si lo suficiente como para hacer balance. Sin esforzarme en hacer memoria se me ocurren algunas.

La exitosa campaña militar contra el Estado Islámico, por ejemplo. El ISIS ha pasado de controlar a placer Mosul y Raqqa a vagar perseguidos por el desierto. Ha parado algunas regulaciones tal y como prometió. Se ha salido de la UNESCO. Ha aprobado el oleoducto Keystone XL que transporta petróleo desde Canadá y que Obama tuvo parado durante años. Ha congelado las relaciones con Irán. En el frente económico el desempleo ha seguido bajando. En octubre estaba en el 4,1%, lo que viene a ser un récord histórico sólo igualado por la bonanza de los 90 y los años de posguerra a principios de los 50. Y mientras el paro bajaba la Bolsa subía y hoy está en máximos.

Todo bueno pero convencional. A fin de cuentas Trump venía para inaugurar una nueva era de feroz patriotismo económico, iba a reescribir las reglas del orden internacional dominado por la intelligentsia progresista y se iba a plantar frente al establishment. Pues no, al final nos encontramos con un presidente republicano muy al uso, homologable con cualquiera de los anteriores. Podríamos decir que todavía sigue siendo un excéntrico y estaríamos en lo cierto, pero las excentricidades las ha dejado para la puesta en escena. Improvisa sobre la marcha las declaraciones, mete la pata por Twitter y cultiva con esmero su afición a la bronca con la prensa. Desde el punto de vista de la pose es Donald Trump, desde el de la política corriente y moliente es Eisenhower.

Pero es precisamente la pose lo que le traiciona y le trae problemas. Pose pura es esa impulsividad tan testosterónica que le tuvo semanas citando a medios al despacho oval para firmar en directo órdenes ejecutivas durante el mes de febrero. Algunas muy polémicas, como aquella que impedía la a entrada a EEUU a los nacionales de una serie de países musulmanes. Unas horas después las televisiones empezaron a escupir imágenes de gente atrapada en los aeropuertos, familias separadas y tipos que habían salido de vacaciones a su país de origen y ya no podían regresar. Aquello fue un patinazo sonadísimo, pero pequeño en comparación con la costalada que se dio tras los sucesos de Charlottesville.

Trump sabe dar espectáculo y estar en la boca de todo el mundo, pero aún no se maneja bien en las aguas de la política y, menos aún, en las de la diplomacia. Se diría que hasta hace no mucho aún actuaba como si estuviese metido en campaña. Las campañas en política son lo que la música en los entierros: suena un poquito y el resto son llantos, cuchicheos en voz baja y silencios. Es por ello que se dio de lleno en la cara cuando quiso reformar el Obamacare. Demasiadas manijas para ajustar y no todas dependían de él.

La presidencia de EEUU no es como la presidencia de una empresa. En la primera tienes contrapesos poderosos, en la segunda tan sólo el Consejo de Administración al que es relativamente fácil poner de acuerdo y, si la empresa es de tu propiedad, directamente no hay contrapesos que valgan. En la Casa Blanca el contrapeso no sólo son las cámaras o el Tribunal Supremo, es también el propio partido. Hoy el partido Republicano cubre una amplia base social. Abarca desde la clase media-baja rural hasta los magnates del petróleo de Texas pasando por la clase media-alta de las dos costas y el cinturón bíblico. Cada uno de esos grupos tiene intereses propios y su hombre en Washington que los representa.

A Trump, como a muchos otros presidentes antes de él, no le ha quedado otra opción que refugiarse en la política exterior, en la que el votante y la bandería de partido pintan bastante menos. Ahí se ha mostrado muy conservador priorizando la contención sobre soluciones creativas y arriesgadas. El contraataque en Afganistán, la guerra contra el ISIS o la voluntad de mejorar las relaciones con Rusia son una constante de todas las administraciones sin importar su color político desde el 11-S. Ídem con China. Mucho decir en campaña que manipulaban el yuan y que les iba a coser a aranceles para terminar en Mar-a-Lago fundiéndose en un fraternal abrazo con Xi-Jingping.

Tampoco le podemos culpar. El mundo es como es y no como el candidato cree que es antes de llegar al poder. Eso es lo que le ha pasado a Trump, que, en compensación ha conseguido llenar todo el espacio. Lleva diez meses pero parece que lleva diez años porque ¿alguien se acuerda de Barack Obama?

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3 Comments

  1. Es un tema delicado, si somos honestos. De hecho, para unos, el señor aquí mencionado va a pasar a la historia por ser el presidente Afroamericano en la historia del gigante del norte ¿Pero eso es todo? Creo que va a pasar una de esas administraciones que no dejó indiferente a los residentes del mencionado país, pero que apenas será recordado fuera del mismo

  2. Va cumpliéndose un año de legislatura de Donaldo y entre su histrionismo, las respuestas viscerales que provoca y el odio cartaginés que medio país le profesa, se ha comido los meses como semanas y las semanas como días, sin hacer nada trascendente ni nada de lo que prometió, por falta de tiempo, dice él, o por incapacidad política, sospechamos los demás. En todo caso, es cierto que el primer presidente estadounidense mulato de la historia empieza a ser solo recordado por este hecho singular y también empieza a calar que su esencial legado ha sido la llegada de Donaldo, pues sin los ocho años del Yes, we can, oh shit, we can not, no estaríamos en estas.
    Un cordial saludo.

    • Estimado Pizarro: por lo que escribes, yo dejaría de informarme solo en la CNN, el WP o el NYT, los medios de Soros, o sus réplicas en Occidente.
      Le sugiero que analices un poco la gira asiática del Presidente Trump. En palabras de D. Fernando Arias Salgado, que no es un cualquiera,… «ha sido una gira histórica que ha cambiado la geoestrategia global»

      Saludos

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