
La semana pasada López Obrador se dejó caer un par de días por Washington DC. No es alguien que se prodigue mucho más allá de las fronteras de México, de hecho no se prodiga nada. La del miércoles fue la primera salida al exterior del presidente desde que tomó posesión hace ya más de año y medio. La visita estuvo marcada por la cordialidad algo impostada en ambos casos. AMLO reconoció que necesitaba a ese hombre a quien tanto había criticado en el pasado. Trump, por su parte, se dejó querer. Le gusta que le adulen y que le vayan a ver, más aún en estos tiempos de crisis en cadena y con las elecciones a tiro de piedra. Atrás han quedado de un lado los insultos a los mexicanos y, del otro, la indignación por esos mismos insultos.
AMLO necesita a Trump porque la economía mexicana sin EEUU es un barco a la deriva y trump necesita a AMLO, aunque no en la misma medida. Su equipo de campaña no tardó en utilizar la visita del mexicano y las bonitas palabras que éste dedicó a Trump como ariete contra los demócratas. Todo, como vemos, en clave interna. A Obrador esto le puede ser útil mientras Trump salga reelegido, de lo contrario los demócratas, tradicionales aliados suyos, le harán pagar haberse convertido en un peón de la campaña presidencial de Estados Unidos.
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