Lo más saliente de la jornada de ayer; lo más trascendental, si se quiere, que sí debe quererse, fue el comienzo de las obras de la Gran Vía. Acto solemne, pintoresco, animado, pero nada más. No se reirá el diablo de la mentira si las crónicas consignan que el entusiasmo no fue cosa extraordinaria.
Nos hemos hecho la mar de indiferentes. Entran las tropas victoriosas de Melilla; acudimos en tropel a la calle de Alcalá y… nada más. Se hace, al fin, la Gran Vía, comienzan las obras, nos amontonamos delante de ellas y… tan tranquilos. ¡Qué querremos!, que dijo el clásico.
A falta de otra cosa, hubo alarde ultrarrevolucionario, que cundió en seguida y hasta hizo gemir las prensas. Tal sucedió con lo de «hincar el pico» y con lo de que la primera teja que cayó fue la del cura de San José.
Pero, en fin, con celebrar la iglesia el Misterio de la Encarnación y con empezar las obras de la Gran Vía, Madrid hizo fiesta completa, que es lo que se trataba de demostrar. ¡Después de todo, en los últimos días no llevamos más que cinco festivos; conque a ver…!
Hasta hubo corrida de toros, muy mala, por cierto, y de las que dejan escozor en el ánimo y en el bolsillo del «respetable».
Fue día de accidentes fatales. Un hombre fue arrollado y muerto por el automóvil del ministro de Instrucción pública. Para instrucción pública de peatones y automovilistas. Cerca de la plaza de toros un coche atropelló e hirió a un niño de ocho años que huía de un automóvil. Un tranvía magulló a una anciana en la calle de Alcalá…
Otros sucesos… El consabido huésped portugués celebró la inauguración de la Gran Vía abriendo una en el bolsillo de un prójimo que, para mayor inri, era madrileño. Es decir, que ya hasta los gatos gastan zapatos… de provincia.
De política, nada nuevo. Iba a haber Consejo de ministros, pero se suspendió. Weyler sigue en Madrid, pero apenas se llama Valeriano. El tiempo, seco y frío, pero sin acabar de publicar el decreto de disolución de las nubes, que amenazan con más nieve, más lluvia o lo que se tercie.
Por la noche, el segundo banquete de alcaldes y ex alcaldes para festejar la Gran Vía. ¡Excelente gran vía digestiva la suya!
ABC, Madrid al día, 5 de abril de 1910, hace (poco más) de 100 años.
Dos observaciones:
1. Los periodistas de hace un siglo escribían francamente bien sin necesidad de pasar por la facultad de Ciencias de la Información. Hoy sólo Mario Noya sería capaz de hacer una crónica parecida.
2. Entonces, como ahora, la Gran Vía fue una cosa hecha ad maiorem politicastri gloria. Un asco, vamos, de ahí que me cague en ella… y en ellos.
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