
El movimiento de independencia de California, más conocido como CalExit, no es nuevo, nació hace ya cuatro años inspirándose en el referéndum de independencia de Escocia que se celebró en septiembre de 2014 y cuyos resultados no fueron los deseados, al menos para los nacionalistas escoceses. Tras aquel jarro de agua fría el independentismo californiano se enfrió y entró en modo durmiente hasta la victoria de Donald Trump a finales de 2016. El movimiento, denominado oficialmente como Yes California, informó entonces que estaba tramitando una solicitud a la Secretaria de Estado de California para que incluyese la iniciativa de realizar un referéndum en las elecciones estatales que se celebrarán en noviembre de este año. Conforme a ese plan los californianos volverían a las urnas en marzo de 2019 para decidir si el Estado se separaba del resto del país.
Para el líder de Yes California, un tal Louis J. Marinelli, la elección de Trump demostraba que había una fractura territorial clara, un foso insalvable entre una California progresista y moderna frente a unos EEUU que, a su juicio, son conservadores y atrasados. Lo más curioso de todo es que Marinelli ni siquiera es californiano, es de Nueva York (del Estado, no de la ciudad) y nunca ha residido en California más allá de temporadas sueltas. En una de ellas trató sin éxito de hacerse con un escaño en el parlamento estatal. Donde si ha vivido, y durante varios años, es en Rusia.
Su «conexión rusa» tampoco es extraña. Hace poco más de un año se montó un congreso en Moscú con independentistas de todo el mundo: había representantes kurdos, tibetanos, catalanes, padanos, norirlandeses… y de California. Allí estaba Marinelli hablando en nombre de la oprimida nación californiana. Putin, que dedica plomo a los independentistas en su propio país (que se lo cuenten a los chechenos) es, sin embargo, muy amigo de promover el separatismo en el campo enemigo. Lo cual, para que engañarnos, tiene cierta lógica estratégica.
Con las protestas anti Trump del otoño-invierno de 2016 Marinelli se vino arriba y encabezó una serie de manifestaciones delante del capitolio de Sacramento que, más por el antitrumpismo de la prensa que por otra cosa, fueron objeto de una gran atención mediática. Su plan era que el parlamento californiano debatiese (y aprobase, se entiende) una iniciativa popular para derogar la sección primera del artículo 3 de la Constitución de California, en la que se especifica que el Estado es parte inseparable de los Estados Unidos de América. Hecho esto lo siguiente sería convocar un plebiscito que habría de celebrarse el 5 de marzo de 2019. Para que se consumase la secesión la iniciativa proponía que votase como mínimo la mitad del censo electoral y los síes superasen el 55% de los votos. Alex Padilla, secretario de Estado de California, les dijo que bien, que adelante, pero que para que la iniciativa pasase a pleno y fuese debatida eran necesarias algo más de medio millón de firmas.
[amazon_link asins=’1408711397′ template=’ProductAd’ store=’f0279-21′ marketplace=’ES’ link_id=’480e21e5-056d-11e8-a60b-c1ebee8f3be6′] Ahí quedó la cosa. En abril el movimiento Yes California anunció que lo dejaban… por ahora. Para entonces las amistades peligrosas de Marinelli en Rusia (hasta despacho propio llegó a tener en Moscú) eran ya un escándalo de ámbito nacional. El propio Marinelli anunció que no sólo abandonaba toda intención de seguir con el CalExit, sino que en breve se mudaría a vivir a Rusia, un país que conoce bien porque emigró allí con 21 años desde su Buffalo natal para dar clases de inglés.
Ahora, nueve meses después de aquella retirada, parece que quieren revivir el movimiento. Las condiciones no han cambiado. Necesitan primero las firmas y después, aprovechando que hay elecciones en noviembre, pretenden juntar una cosa y la otra para celebrar el referéndum en el año 2021, sólo unos meses después de las siguientes presidenciales. Con eso creen que bastará, que la independencia casi la pueden tocar con los dedos. Pero no, no es tan fácil. Antes de nada el parlamento de California tiene que derogar la sección primera del artículo 3, luego declarar la independencia y posteriormente vérselas con los jueces del Tribunal Supremo de EEUU.
Aunque muchos piensen lo contrario los Estados que forman EEUU no se pueden separar. Todos sabemos lo que pasó con los once Estados confederados que se pusieron por su cuenta entre 1861 y 1865. Les devolvieron al redil por la fuerza tras una guerra muy sangrienta. Pero, sin llegar a empuñar el fusil, hay jurisprudencia que lo impide. El Tribunal Supremo decidió hace más de un siglo que a ningún Estado le asiste el derecho a separarse unilateralmente. Existe la posibilidad de hacerlo, pero tienen antes que estar de acuerdo los parlamentos de todos los Estados restantes y dos tercios de la Cámara de Representantes y el Senado. ¿Con eso sería suficiente? Tampoco. A partir de ahí se elaboraría una enmienda constitucional que fijase los mecanismos para la secesión porque la Constitución de 1789 no prevé esa eventualidad. Esa fue, en definitiva, la razón por la que los confederados se separaron por las malas. No lo hicieron en grupo, fueron yéndose uno a uno de diciembre a 1860 a mayo de 1861.
Un panorama un tanto desalentador para los independentistas. Pero, y los californianos, ¿qué piensan de todo esto? Si nos atenemos a las encuestas están básicamente en contra. Hace un año los partidarios del sí alcanzaron su máximo con un 26%. Desde entonces han ido a menos y en una realizada en enero de este año sólo el 16% de los encuestados está a favor de marcharse frente a un 71% que prefiere quedarse. El movimiento como vemos obedece más a motivos de afinidad con el Gobierno de Washington que a las cuestiones identitarias que agitan los separatismos europeos. Luego es previsible que si Trump pierde las elecciones de 2020 desaparezca o simplemente cambie de bando.
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Previa a la cuestión de votar independencia sí o no, está la pregunta de si la independencia se puede votar o no se puede votar. Previa a la cuestión de si un californiano deja o no de ser estadounidense, está la realidad de qué es si no es estadounidense. «Yes California», es, oh sorpresa, «No and nothing California». Quienes quieran transitar el camino del «yes» al «no and nothing» solo desearles tragaderas porque su les van a hacer falta para digerir tantísima frustración, por el resultado y por los vende-humos.
Un cordial saludo.