¿Cómo Rusia está esquivando las sanciones al petróleo?

Este domingo entró en vigor en Europa la prohibición para importar derivados del petróleo provenientes de Rusia. La medida, junto con un tope de precio en las exportaciones de combustibles de origen ruso, está diseñada para abrir un agujero considerable en los ingresos energéticos del Kremlin. Una medida similar ya la habían tomado Estados Unidos y el Reino Unido, que el año pasado decidieron dejar de importar petróleo ruso. Con esto pretenden limitar la cantidad de divisas que le entran al Gobierno de Vladimir Putin y así dificultar su esfuerzo de guerra. Pero, aunque la prohibición supone un coste innegable para Rusia, también implica un sacrificio para los europeos. Si los importadores de la Unión Europea no pueden encontrar fuentes alternativas, las sanciones incrementarán los costes en sectores muy dependientes del petróleo como el transporte por carretera o la agricultura, que tendrán que pagar más por el carburante complicando así a los Gobiernos occidentales controlar la inflación.

El petróleo ruso ya estaba sujeto a sanciones y a un precio máximo de 60 dólares por barril impuesto a las empresas que aún importan de Rusia. Las nuevas sanciones afectan a los combustibles refinados rusos transportados por mar. Rusia es un gran exportador de productos petrolíferos refinados, de hecho, su cuota de mercado en derivados, el 9,3% mundial, es mayor que la que tiene en petróleo en crudo. Esto pone en serios problemas a los importadores europeos, que en 2022 importaron un total de 220 millones de barriles de derivados desde Rusia. Desde que se acordó la prohibición hace dos meses andan buscando desesperadamente a proveedores alternativos en Oriente Medio, la India y Estados Unidos.

Rusia, por su parte, se las tendrá que apañar para sacar la misma cantidad de derivados al mercado mundial. Pero no podrá hacerlo directamente para llegar a sus clientes occidentales, sino a través de terceros países como China o la India, que pueden comprar derivados del petróleo rusos y revenderlos libremente en todo el mundo sin sanción alguna. Con eso cuentan en Washington y en Bruselas. Saben que Rusia seguirá exportando porque necesita el dinero, pero tendrá que hacerlo dando rodeos y eso le supondrá un coste extra. Que siga habiendo petróleo ruso en el mercado es, además, fundamental para mantener el precio internacional del crudo y sus derivados en unos niveles razonables.

Pero el esquema tiene sus puntos ciegos. Es posible que el petróleo salga sin cortapisa alguna de los puertos rusos a bordo de una flota de petroleros en la sombra que no pertenecen ni están asegurados por empresas occidentales. Eso ya está sucediendo con otros países sancionados como Irán o Venezuela. Petroleros viejos que navegan bajo pabellones de conveniencia cargan petróleo en las terminales iraníes y venezolanas y lo transportan hasta China. Una vez allí el petróleo pasa a estar legalizado a efectos internacionales. Esa es, en definitiva, la razón por la que el flujo de crudo se mantiene, aunque el de ciertas procedencias tenga que dar algunos rodeos y emplear ingeniosas tretas para sortear las sanciones. Ahí tenemos los hechos. Ni la prohibición ni el tope de precio han conseguido por ahora afectar de manera decisiva a las exportaciones rusas, pero al menos el Kremlin no lo tiene tan fácil como hace un año.

En La ContraRéplica:

  • La ley del sólo sí es sí
  • Los globos como herramienta de guerra
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1 Comment

  1. «Si los importadores de la Unión Europea no pueden encontrar fuentes alternativas, las sanciones incrementarán los costes en sectores muy dependientes del petróleo como el transporte por carretera o la agricultura, que tendrán que pagar más por el carburante complicando así a los Gobiernos occidentales controlar la inflación».
    Hay un refrán en castellano, y a buen seguro que tiene equivalencia en otras lenguas, que dice: SOPLAR Y SORBER,TODO NO PUEDE SER.

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