Crisis en el Cáucaso

La crisis que comenzó a finales de septiembre entre Azerbaiyán y Armenia a cuenta del territorio de Nagorno Karabaj no ha hecho más que intensificarse con los días. El Gobierno azerí se ha propuesto recuperar el enclave que oficialmente forma parte de su territorio, pero que desde la implosión de la Unión Soviética hace 30 años conforma una república independiente sin reconocimiento internacional pero con el apoyo decidido de Armenia. A lo largo de las tres últimas décadas el conflicto no ha conocido reposo. Tras el alto el fuego de 1994 se han registrado enfrentamientos en la zona, algunos de cierta envergadura como los de 2016, cuando el ejército armenio repelió con éxito la incursión azerí.

Esta vez parece que la cosa va más en serio. Los azeríes se han propuesto apoderarse de la capital de Nagorno Karabaj, la pequeña ciudad de Stepanakert, para eliminar así el principal foco de resistencia. La reacción internacional ha sido lenta y no muy decidida. El mundo tiene otros problemas más serios de los que preocuparse ahora, pero la condena es unánime con la excepción de Turquía, que ha decidido apoyar a Azerbaiyán de un modo visible. Putin por de pronto se mantiene a la espera. De él depende que el Nagorno Karabaj actual sobreviva o pase a la historia.

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