
No han pasado ni dos semanas desde que López Obrador tomó posesión y ya tenemos sobre la mesa la primera gran polémica. El presidente se ha enzarzado contra la Corte Suprema de Justicia porque le han suspendido la ley que obliga a reducir los sueldos de los altos funcionarios. AMLO, visiblemente ofendido, aseguró que los jueces «se equivocan» y que «no han entendido la nueva realidad que vive el país».
La nueva realidad a la que se refiere AMLO debe consistir en que él manda y los demás obedecen, incluidos los jueces. No inventa nada nuevo. A eso se le llama despotismo y es justo lo contrario de la democracia y el Estado de Derecho. Los jueces le estorban y eso es preocupante porque tratará de ponerlos enteramente a su servicio.
La cuarta transformación de Méjico y la nueva realidad mejicana se van concretando día a día, en esta ocasión con la colocación de un juez afín en la Suprema Corte de Justicia. Una acción política poco edificante aunque perfectamente prevista por la institucionalidad mejicana, y sobre todo, una declaración de principios y de intenciones por parte de Andrés Manuel. Este individuo quiere tener a la justicia a su servicio con el peregrino argumento de que ha de ser así porque así es la nueva realidad, nueva realidad consistente en que si te votan desaparece el imperio de la ley y comienza el del votado, transformando el Estado de Derecho en el Estado del votado. No sabemos si el votado conseguirá la capa de armiño, pero ya sabemos que los intereses del votado están por encima de todo, y de todos, y mueven su acción política. Mal asunto cuando en Méjico hay más de 129 millones de individuos con intereses distintos a los de Andrés Manuel pero que se ven afectados por las privativas e interesadas acciones políticas de Andrés Manuel.
Un cordial saludo.