Y después del Califato, ¿qué?

La batalla por Mosul empezó en octubre, hace ya casi nueve meses. En principio iba a durar hasta diciembre-enero, pero los yihadistas del ISIS no han estado dispuestos a negociar ni un solo palmo de terreno. El ejército iraquí, auxiliado por una variopinta coalición que va desde Hezbolá hasta los EEUU, ha tenido que pelear calle por calle, edificio por edificio tratando de evitar en lo posible las bajas civiles que, a estas alturas del asedio, se estiman en unas 10.000, a las que habría que sumar cientos de miles de desplazados. Porque Mosul era una gran ciudad antes de la guerra. Capital de una rica comarca en el curso medio del Tigris, en sus mejores tiempos llegó a contar con cerca de dos millones de habitantes.

La situación de los milicianos del Estado Islámico es desesperada. Dispuestos a resistir hasta el último hombre, se han atrincherado en el centro de la ciudad vieja en un área minúscula de aproximadamente un kilómetro cuadrado. El ejército no puede entrar a sangre y fuego porque las fuerzas del ISIS han capturado entre 50.000 y 100.000 personas a las que están usando como escudos humanos. De hecho disparan a todo el que intenta alejarse de la zona. Es, por lo tanto, una operación muy delicada como en sí lo ha sido toda la ofensiva.

Pero los islamistas tampoco podrán resistir mucho más. Se calcula que les quedan unos 500 efectivos, lo que es nada al lado de los 100.000 que juntan los iraquíes y sus aliados. Es cuestión de tiempo que la ciudad caiga. De poco tiempo.

Tras la toma de Mosul el último reducto del ISIS será Raqa, en Siria, capital del Estado fundado hace ahora tres años por el autoproclamado califa Abu Bakr al-Baghdadi. La última fase de la ofensiva de Raqa dio comienzo este mismo mes. Raqa está sitiada por fuerzas kurdas y un rosario de combatientes de las más diversas procedencias y de las distintas facciones que libran la guerra civil en Siria. Esta ciudad es mucho más pequeña que Mosul. Antes de la guerra tenía unos 200.000 habitantes, luego es presumible que costará menos rendirla porque los yihadistas tendrán menos espacio donde esconderse.

Y ahora, ¿qué?

Cuando liquiden al último guerrillero del ISIS se habrá cerrado la etapa más funesta, más homicida y más destructiva de toda la guerra civil que asuela Oriente Medio desde hace seis años. La región, entretanto, ha quedado devastada y todo el entorno ha sentido el zarpazo. Han estallado conflictos muy violentos en puntos tan distantes como Libia o Yemen. Turquía ha sufrido un golpe de Estado que le ha servido a Erdogan para atornillarse en el poder mediante una nueva constitución. Egipto ha sacado a sus islamistas del poder, al que accedieron por la vía de las urnas tras el derrocamiento de Mubarak en 2011. Hasta los ricos emiratos del golfo Pérsico están descompuestos y a la gresca tal y como se pudo comprobar hace dos semanas con el bofetón que Arabia Saudí y los EAU le dieron en la cara a sus vecinos qataríes.

El impacto se ha hecho incluso sentir mucho más lejos. La guerra, mortífera como no se recuerda por aquellos países, ha ocasionado la mayor desbandada humana desde la Segunda Guerra Mundial. Esto ha tenido consecuencias directas en Europa, especialmente desde 2015, año en que se produjo la gran ola de refugiados provenientes de Siria. Este evento ha marcado la agenda política europea desde entonces. Ciertos fenómenos como la emergencia de la derecha identitaria en la UE no podrían explicarse sin la crisis de los refugiados. Y eso era solo el aperitivo de lo que estaba por llegar. La existencia del ISIS y de su poderosa maquinaria propagandística en las redes ha dado lugar a la aparición en el viejo continente de un tipo de terrorismo que era común en lugares como Israel pero que por estos pagos era desconocido.

El mundo, en definitiva, no ha vuelto a ser el mismo. La guerra ha alumbrado un nuevo Oriente Medio cuya forma final está aún por ver. Porque lo cierto es que nadie sabe que va a pasar el día después. Por un lado, que el Estado Islámico haya perdido su base territorial no significa que sus enloquecidas ideas del califato mundial desaparezcan también. Ahí fuera hay miles de de islamistas fanatizados que ahora tienen una Arcadia soñada que recuperar, una Ítaca a la que regresar. Esto es algo de lo que, tanto en Europa como en Oriente Medio, tienen que ser muy conscientes ahora. Tienen que asumir que solo se ha hecho la mitad del trabajo. Falta la otra mitad, y esta no se sabe todavía como tiene que abordarse porque el enemigo no está localizado ni a la vista.

Por otro lado está la cuestión siria. Allí la guerra continúa. De una guerra cuadrangular volvemos al conflicto triangular de 2014. Tenemos, además, a grandes potencias como EEUU o Rusia metidas de lleno y tomando partido por alguna de las facciones. Ese precisamente fue el caldo de cultivo en el que nació el ISIS, que vino a ocupar un vacío de poder que ahora alguien tendrá que llenar.

La partición de Siria es una opción. Otra sería una conferencia internacional de paz como aquella de la guerra de los Balcanes en los 90 que terminó sustanciándose en los acuerdos de Dayton. Y no hay muchas más salidas. Los riesgos de dejar esa herida abierta en el corazón de Medio Oriente los conocemos. No deberíamos volver a jugar a la ruleta siria.

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2 Comments

  1. Excelente. Muy informativo. En efecto, no parece haber correlación entre la pérdida de Mosul y Raqqa, por un lado, y el hipotético cese de la actividad terrorista del EI en suelo occidental, por otro. Y de haberla, seria una relacion inversamente proporcional (cuanto menos terreno propio, mas ataques terroristas en Occidente, por aquello de sobrecompensar), como se ha comprobado en los dos últimos años.

  2. Después del Califato, se organizarán regímenes sucedáneos del mismo, que es lo que en la región siempre se ha aceptado. Otro califato, una monarquía, una dictadura, una democracia formal que vehicule un régimen autoritario, una democracia con un partido abrumadoramente mayoritario y con un procer…en fin, cualquier cosa menos una democracia occidental estándar. Por otra parte, el islam seguirá sin saber cómo encajar la globalización y muchedumbres seguirán encontrando en la Yihad una respuesta. Cómo van a desenfangarse todos los vecinos y los autoinvitados, es un misterio, ahora bien, que lo van a hacer mal, no lo es. La posición europea en todo esto será como hasta ahora, errática, dubitativa, inconsistente e inoperante, triste pero sin sorpresas.
    Un cordial saludo.

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