El gran salto al pasado

Se cumplen hoy tres semanas de la invasión rusa de Ucrania, un acontecimiento que ha conseguido modelar toda la agenda informativa mundial y dar comienzo a nueva era en la que, por ahora, reina la incertidumbre. Nadie sabe ni cómo, ni cuando va a acabar esto. Desconocemos hasta dónde será capaz de llegar Vladimir Putin para salirse con la suya y apoderarse de Ucrania. Ha elevado la apuesta al máximo poniendo en estado de alerta a las fuerzas nucleares de su país, al tiempo que se cierra en banda a cualquier tipo de acuerdo que no pase por consolidar lo ganado y someter al Gobierno ucraniano a una humillación.

A pesar de que la campaña se ha endurecido a lo largo de la última semana, el ejército ruso no ha conseguido aún hacerse con Kiev, capital y símbolo de la independencia ucraniana. Tampoco ha tomado Odesa y en ciudades como Járkov continúan los combates. Los ucranianos se han atrincherado en las ciudades y parecen dispuestos a resistir hasta el último hombre. No estamos ante una guerra de nuestro tiempo, sino ante algo más parecido a las guerras de devastación de hace un siglo. Las pérdidas materiales se cifran en miles de millones de euros y las humanas entre 10.000 y 15.000 víctimas mortales entre las que se incluyen unos mil civiles.

Esta devastación se ha extendido a la propia Rusia. El país ha retrocedido varias décadas atrás en el tiempo. Putin ha ordenado el cierre de los pocos medios de comunicación independientes que no seguían las directrices del Kremlin y ha extremado la represión contra quienes protestan contra la invasión. La información llega a Rusia a través de aplicaciones de mensajería que encienden los ánimos de muchos rusos. Otros, sin embargo, apoyan con entusiasmo la denominada “operación especial” en Ucrania empleando como emblema la letra Z que lucen los tanques rusos en el campo de batalla.

Para los rusos de cierta edad es un “deja vù” de una época lejana que creían superada, la de la infame dictadura soviética. Pero las cosas no están saliendo como estaban planeadas. El ejército ruso no es la invencible apisonadora que pregona la propaganda oficial. Las unidades sobre el terreno están teniendo serios problemas para avanzar. La resistencia ucraniana se lo está poniendo difícil, pero también la incompetencia de los mandos militares. La logística falla, no hay suficiente combustible, las raciones están caducadas y la moral de la tropa decae porque no terminan de entender una guerra absurda y gratuita contra un pueblo hermano como el ucraniano.

Muchos ven como los fantasmas del pasado vuelven a volar sobre Moscú. Nadie quiere hablar en alto de Afganistán y de la deshonra que el ejército rojo tuvo que padecer allí en los años ochenta, pero es imposible no relacionar una guerra y la otra. A este escenario tan desconcertante ha conducido Vladimir Putin a Rusia. Quería proyectarla hacia el futuro y la ha llevado de cabeza al pasado convirtiéndola en un villano internacional a quien casi nadie quiere acercarse.

En La ContraRéplica:

  • Merkel y Putin
  • La eficacia de las sanciones
  • Primero vinieron

>>> La ContraHistoria de España. Auge, caída y vuelta a empezar de un país en 28 episodios

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