
Ayer estuve en la Universidad Autónoma de Barcelona. Nunca había ido por allí a pesar de que estudié (es un decir) en la Autónoma de Madrid, que es algo así como su universidad gemela. Ambas se fundaron en el mismo año (1968). Ambas las creo el mismo tipo (un tal Franco, Francisco, natural del Ferrol). Y ambas fueron levantadas donde Cristo perdió el mechero. La de Barcelona en la comarca del Vallés y la de Madrid en Cantoblanco. El Vallés, eso sí, es más bonito porque Dios fue más generoso con los alrededores de Barcelona que con los de Madrid. Luego lo compensó poniéndonos el Retiro a mano. La leyenda, repetida generación tras generación en los dos centros es que Franco se llevó estas dos universidades tan lejos para que los grises pudiesen sacudir mejor y más tranquilamente a los estudiantes. Siempre pensé que eso era una tontería propia de la cantidad de tiempo libre que hay en la universidad y de esa tendencia a creer que la universidad de uno es el ombligo del mundo.
Cuando en mis años mozos me contaban que las facultades estaban dispuestas en esta o aquella manera para que la policía armada pudiese hacer la pinza desde los dos extremos del pasillo principal desconfiaba. En pocos lugares de Madrid se puede correr en las cuatro direcciones sin más percances que tropezar con la madriguera de una liebre. Uno de esos lugares es Cantoblanco. Decían también que habían colocado el campus allí, en aquella hondonada del diablo, por la cercanía de la base de El Goloso, donde está acuartelado el Tercio Asturias, una unidad de infantería creada por Felipe IV en 1663 con la secreta intención de reprimir estudiantes revoltosos cuatro siglos más tarde.
En Sardañola del Vallés no hay cuarteles, al menos que yo sepa. Aunque, bien visto, allí tenían al somatén, que era mucho más duro que los infantes del Tercio Asturias. Al final Franco murió y quedaron sus universidades autónomas que son un monumento al feísmo. Todo, obviamente, es empeorable. Y algunos estudiantes se afanan continuamente a ello. Los chicos de SFL Barcelona, que son unos bravos, me llevaron de paseo hasta la llamada Plaza Cívica de la UAB donde comprobé que está grafiteada a conciencia por sus cuatro costados. La instalación artística la preside un mural, pintado encima de la sucursal del BBVA (a la que no han tocado, solo faltaba), acompañada de composiciones de menor porte más las habituales pancartas de urgencia que se ponen en función del momento. Para amenizar el escenario con figurantes vivos los más entusiastas desfilan regularmente con antorchas en la mano vestidos de riguroso negro por los padecimientos de la patria. Como Stanford pero en modo perroflauta.
Había, eso sí, algo que me sorprendió: contragrafitis. Ya solo por eso es digno de ser comentado. Ver una hoz y un martillo seguidos del símbolo = y la palabra miseria choca bastante, y más en un lugar como aquel. No sé quien los habrá hecho, hay que tenerlos como el caballo de Espartero. Como no creo que duren mucho tomé algunas fotos. Sírvanse al gusto. (Pinchad sobre las imágenes para verlas más grandes)
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