El virus sudamericano

Al mismo tiempo que retrocede en buena parte del mundo, la pandemia arrasa en Sudamérica que, con solo el 5% de la población mundial, representa una cuarta parte del número de muertes por covid-19 en todo el planeta. Así, mientras los contagios, hospitalizaciones y fallecimientos a causa de covid-19 están disminuyendo a gran velocidad en Europa y Estados Unidos, América del sur se ha convertido en el epicentro de la pandemia.

Casi un millón de personas han muerto en los doce países del subcontinente. La última ola, que dio comienzo entre abril y mayo, está siendo devastadora. Brasil superó el medio millón de muertos la semana pasada y en Perú se acerca a los 200.000. En estos dos países el virus está siendo mucho más mortífero que en la India. Colombia y Argentina, que en conjunto tienen 95 millones de habitantes, registran tres veces más muertes diarias que toda África. De los diez países del mundo con las tasas de mortalidad diarias más altas per cápita, siete se encuentran en América del Sur en estos momentos. En conjunto, la tasa de mortalidad per cápita de la región es ocho veces la tasa mundial.

Varios factores explican el por qué de esta pesadilla. Una tasa de vacunación muy lenta, la propagación rápida de nuevas variantes del virus, ciudades grandes y muy densamente pobladas, sistemas de salud precarios, una población más envejecida que en África, gestiones calamitosas por parte de los Gobiernos, algunos incluso parecen haber tirado ya la toalla y quieren poner la economía a funcionar cuanto antes tras año y medio de confinamientos, toques de queda y medidas de excepción. Es previsible que las secuelas políticas, económicas y sociales de la pandemia se dejen sentir en los próximos años. La pandemia ha empujado a millones de personas a la pobreza, ha destrozado su economía y los continuos colapsos hospitalarios han provocado que se dejen de atender otras enfermedades. Un cóctel explosivo cuyas consecuencias políticas serán de gran envergadura. Estados Unidos, entretanto, ha decidido mantener sus fronteras semicerradas. Biden no quiere sorpresas porque sabe que debajo tiene un auténtico polvorín.

En La ContraRéplica:

  • La ventaja electoral nacionalista
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