
El jueves pasado un enfrentamiento entre militares y narcos desató durante varias horas el terror en Culiacán, capital del estado de Sinaloa, en el noroeste de México. No se sabe aún a ciencia cierta qué sucedió más allá de la información llena de lagunas que ha proporcionado el Gobierno, pero las imágenes difundidas por las redes sociales ayudan a entender la gravedad de lo ocurrido.
Al principio el Gobierno dijo que unas patrullas del ejército fueron atacadas inesperadamente por bandas criminales, luego cambió de versión asegurando que todo era un operativo para capturar a Ovidio Guzmán, alias ‘El Ratón’, hijo del Chapo Guzmán. El capo fue capturado pero liberado poco después. López Obrador se defendió argumentando que habían soltado a Guzmán para proteger a la población sinaloense. Dijo textualmente: «no puede valer más la captura de un delincuente que las vidas de unas personas».
Resumiendo, que el Estado simplemente renunció a imponer la Ley en parte del territorio porque sabe que, de hacerlo, se encontrarán con una situación todavía peor de la que ya tienen. Admite así AMLO la derrota sin ofrecer siquiera un plan de acción para recuperar Sinaloa. Seguramente porque no esté en eso y esto es algo que los mexicanos terminarán pagando caro.
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