
El próximo 12 de junio se celebrará la esperadísima cumbre entre Donald Trump y Kim Jong-un. Una reunión que hace sólo tres meses hubiese sido algo impensable. Pero las cosas han cambiado mucho en este tiempo y hoy la Corea amenazante de 2016 y 2017 se ha tornado en una ovejita que suplica un acuerdo. Evidentemente no hay nada de eso. Kim Jong-un es, a pesar de su juventud, un tipo extremadamente astuto que lleva años jugándose a sus vecinos de la poderosa China y que ahora hará lo propio con los estadounidenses. Su único objetivo es que su familia retenga el poder, el resto es secundario, y para ello hace y hará uso de todas las herramientas que se encuentren a su alcance incluida, naturalmente, la de la distensión y el falso rearme.
Mientras firme y cumpla, a pocos les importa si realmente quiere la paz, mientras firme e incumpla en secreto, sin amenazas, a pocos les importa si realmente quiere la paz. Todos le quieren callado y desarmado, pero a casi todos le vale callado y punto. A cambio de su sonrisa y su silencio Kim tendrá recursos para seguir feloneando a su pueblo y quizás para seguir desarrollando el único contrafuerte que apuntala su insostenible posición internacional. Libertad, democracia, desnuclearización, desmilitarización y unificación, todo eso es lo que se desea que sea la sonrisa de Kim pero igual esa sonrisa solo pueda ofrecer esmalte, ocultación y circuspección… y lo mismo se los compran.
Un cordial saludo