
Creo que Los Ángeles no necesita demasiada presentación. Todo el mundo sabe dónde está y a qué se dedican sus más de trece millones de habitantes. Y no, no me refiero al cine, que también le dan a eso, sino a los atascos de tráfico. Ese es el genuino deporte angelino. Según un estudio que hicieron hace unos años los pobladores de esta megalópolis pasan unas 72 horas al año metidos en un atasco. Poca broma, eso son tres días con sus tres noches.
A poco que miremos el mapa lo entenderemos a la perfección. En Los Ángeles y su área metropolitana viven como ya he dicho unos trece millones de personas, pero no están concentradas en un núcleo urbano compacto como los del viejo continente. Es decir, que Los Ángeles se parece muy poco a París, Madrid o Roma y mucho a Londres. Ocupa una vasta extensión de más de 12.000 kilómetros cuadrados, 3.000 más que la isla de Puerto Rico y el equivalente a la provincia de Salamanca.
[amazon_link asins=’8408179810′ template=’ProductAd’ store=’f0279-21′ marketplace=’ES’ link_id=’61f7b0bc-8f7f-4c74-b183-3ae70218caed’] Un área tan extensa y tan densamente poblada tiene autopistas para dar y tomar. Más aún cuando es una ciudad extremadamente rica. El movimiento económico se traduce en movimiento de personas. De eso hay mucho en Los Ángeles. Es una de las ciudades más cosmopolitas del mundo. Hay comunidades llegadas de todos los rincones del planeta: filipinos, coreanos, tailandeses, vietnamitas, armenios, japoneses, iraníes… e hispanos, que fueron los primeros en llegar.
La ciudad como tal se fundó en 1781. Se conoce la fecha exacta: el 4 de octubre. Ese día 44 colonos llegados desde Nueva España fundaron el Pueblo de Nuestra Señora la Reina de Los Ángeles. Conforme a las Leyes de Indias la población tenía una extensión de cuatro lenguas contadas desde el centro, una plaza cuadrada con su iglesia. Esa disposición se mantiene en el actual centro de Los Ángeles. La iglesia sigue en pie y sigue siendo una iglesia con su párroco y su parroquia. Frente a ella se abre la Old Plaza o Placita.

Durante los siguientes cien años Los Ángeles siguió siendo un pequeño pueblo. Cuando México obtuvo la independencia en 1821 sólo tenía unos 600 habitantes y, aunque iría ganando población a lo largo del siglo, no sería hasta 1876 con la llegada del ferrocarril cuando el crecimiento de Los Ángeles se desató. En 1900 contaba ya con 100.000 habitantes y una incipiente industria petrolera que fue el primer motor económico de la ciudad.
Unos años después llegó el cine de la mano de unos productores judíos venidos desde la costa este. Sus nombres son muy familiares: los hermanos Warner fundaron Warner Bros, Adolf Zukor fundó la Paramount, Carl Laemmle la Universal y los hermanos Jack y Henry Cohn Columbia Pictures. Se establecieron unos kilómetros al noroeste del pueblo español original, en una zona conocida como Hollywood. Para aquel entonces la ciudad ya crecía a toda velocidad y se extendía como una mancha de aceite por todo el llano costero y por los valles aledaños como el de San Fernando o el de San Bernardino. En ambos también había pueblos nacidos en tiempos del virreinato. En el de San Fernando se levantó una misión para evangelizar a los indios que contaba con iglesia, convento y un pequeño cementerio en el que descansan muchas estrellas de cine.
Porque en Los Ángeles lo normal son las estrellas y no precisamente las del cielo, que apenas se ven porque la ciudad es grande y está bien iluminada. Las estrellas merodean por los barrios caros como Beverly Hills. En cercano Paseo de la Fama se esculpen sobre la acera. Cada una de ellas recuerda a una figura prominente del celuloide, la televisión, la radio, el teatro y la música. Actualmente hay 2.600. La primera se colocó en 1960 y desde entonces no han parado de poner nuevas.
El Paseo de la Fama se encuentra en Hollywood Boulevard junto al Teatro Chino de Grauman que tiene su propia tradición mitómana. Allí las estrellas dejan su huella impresa sobre cemento fresco. El Teatro Chino no cae muy lejos de Capital Records, unos estudios legendarios en los que grabaron artistas como Frank Sinatra, Tina Turner o, más recientemente, Coldplay. Todo gira, como se puede ver, en torno a las estrellas. Pero Hollywood no sería Hollywood sin el letrero colocado en 1923 sobre la colina del monte Lee. No fue instalado para promocionar película alguna, sino como reclamo de una inmobiliaria que estaba construyendo una urbanización en las cercanías. Iba a ser algo temporal, pero los angelinos le tomaron cariño y se terminó convirtiendo en uno de los símbolos de la ciudad.

Hoy el letrero forma parte del Parque Griffith, un gran bosque urbano que alberga otro hito cinematográfico: el Observatorio Griffith, construido en los años 30 como observatorio astronómico y planetario, pero que ha servido de telón de fondo a infinidad de producciones. Desde el observatorio se disfruta de una buena panorámica de la ciudad que permite hacerse una idea de sus desproporcionadas dimensiones. Son necesarios varios días para recorrerla, pero en un fin de semana se pueden visitar los principales atractivos turísticos. En coche, naturalmente, porque de un extremo a otro de la ciudad hay muchos kilómetros y el transporte público no es el punto fuerte de Los Ángeles.
En transporte aéreo, en cambio, sí que lo es. El aeropuerto internacional de Los Ángeles tiene un tráfico incesante día y noche. El año pasado circularon por sus terminales nada menos que 87,5 millones de pasajeros, lo que le convierte en el cuarto aeropuerto con más tráfico del mundo. Desde Madrid Iberia tiene un vuelo directo y así uno se ahorra la escala en Nueva York o Atlanta. Liligo.es me está dando en estos momentos un precio de 884 euros para este vuelo, pero también los hay más baratos, desde los 600 euros, pero con escala. Liligo busca y rebusca en no se cuántas páginas y nos ofrece tantas opciones que cuesta decidirse. Un pequeño sacrificio que hay que hacer si se quiere pisar el único lugar del mundo en el que las estrellas están sobre la tierra.
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