
Estos dos últimos días ha caído en Madrid una nevada de tal calibre que ni los más viejos del lugar recordaban algo igual. En el centro de la ciudad se ha llegado a acumular medio metro de nieve, el asfalto ha desaparecido por completo y con ello se ha interrumpido la circulación de vehículos salvo los de emergencia… y sólo en el caso de que éstos fuesen de tipo todoterreno. Una circunstancia realmente excepcional porque, aunque en Madrid nieva prácticamente todos los inviernos, suelen ser nevadas ligeras, a veces unos simples copos que caen sin pena ni gloria, otras un leve blanqueo de los tejados y, sólo en ocasiones especiales, la nieve cuaja sobre el pavimento. Esta vez ha superado todas las expectativas regalándonos imágenes que los madrileños no creíamos posibles, al menos en el mismo corazón de la Villa.
Muchos se preguntan cómo esto ha sido posible. Quizá se deba al cacareado cambio climático o quizá es simple casualidad. Es raro, pero no tanto como podríamos pensar. Madrid está en el centro de la península ibérica, sobre el paralelo 40 norte y a más de 600 metros sobre el nivel del mar, es decir, que, tanto por latitud como por altitud, debería nevar mucho más. En la costa opuesta del Atlántico (Nueva York está en la misma latitud que Madrid aunque pegado al mar) este tipo de nevadas son comunes. La razón por la cual es habitual ver nevar en Nueva York pero no lo es en absoluto en Madrid (o en el mismo Londres) se debe a que las masas de aire dominantes en ambos continentes son muy diferentes. En la costa este de Norteamérica durante el invierno suelen chocar masas de aire frío y seco que vienen del polo norte y masas de aire cálido y húmedo que ascienden del trópico. Frío y humedad combinados producen copiosas nevadas.
Eso es lo que ha ocasionado la gran nevada de Madrid, pero esa configuración atmosférica no es habitual por estos pagos. Lo habitual aquí es que haga algo de frío, pero las masas de aire húmedo que suben desde el trópico el anticiclón de las Azores las envía hacia el centro de Europa, donde impactan contra el aire frío y seco proveniente del interior de Eurasia. El resultado es que en Alemania nieva mucho durante el invierno. Ese aire extremadamente frío de las estepas llega también a la península ibérica, pero sólo tras haber atravesado el continente y si hay una borrasca sobre el Mediterráneo y un anticiclón sobre las islas Británicas, algo que no sucede muy a menudo.
Luego hay otro factor. En línea recta, desde la costa septentrional de la península ibérica hasta el polo norte hay básicamente océano interrumpido solo por la pequeña isla de Irlanda. De Nueva York al polo hay tierra, el valle del río San Lorenzo y toda la península del Labrador, que es un macizo precámbrico bastante desgastado, es decir, que no tiene grandes elevaciones. El aire se cuela directo hasta llegar a la costa y allí se encuentra con la corriente del Golfo que sube desde la Florida cargada de humedad. La consecuencia son esas nevadas tan formidables que caen en ciudades como Nueva York, Boston o Filadelfia, todas enclavadas a idéntica latitud que Madrid, Toledo o Zaragoza, donde la nieve solo se presenta de vez en cuando y en poca cantidad.
Esta vez ha sido una excepción y como tal hemos de verlo. Pasará mucho tiempo hasta que vuelva a caer otra igual en Madrid. Por esa razón he salido a la calle con la cámara para dejar el oportuno testimonio gráfico de esta nevada. Aquí lo tienen. Espero que sea de su agrado. Pulse sobre la fotografía para agrandar.
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