
El otrora todopoderoso productor de Hollywood Harvey Weinstein ha sido declarado culpable por un tribunal de Nueva York de dos de los cinco cargos de los que se le acusaba: un delito sexual en primer grado y una violación en tercer grado. El jurado le ha absuelto del cargo de agresión sexual depredadora, una figura legal que indica que este crimen forma parte de su conducta habitual. Estos eran mucho más graves y le hubiesen garantizado la cadena perpetua. Lo que no se sabe aún es cuánto tiempo pasará entre rejas ya que el juez no ha determinado la condena, pero serán muchos años, a los que habría que sumar los que podrían caerle tras el juicio que tiene pendiente en Los Ángeles por unas agresiones (sexuales, naturalmente) perpetradas en 2013.
Con este veredicto queda cerrado el primer y único juicio que se ha celebrado a cuenta del MeToo, un movimiento que arrancó hace dos años y medio y en el que Weinstein era su mascarón de proa. El juicio ha sido todo un acontecimiento mediático en Estados Unidos y, aparte de sentar un precedente y la correspondiente jurisprudencia, nos recuerda que la única Justicia digna de tal nombre es la que administran los tribunales.
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