
Era cuestión de tiempo que, con la que hay armada en Cataluña desde hace meses, se terminase mentando a la bicha. La bicha es la inmersión lingüística, un consenso general, la base misma de lo que en su día fue el oasis catalán y que acaba de ser puesta en tela de juicio por el Gobierno. La semana pasada el ministro Méndez de Vigo aseguró que los alumnos catalanes podrían estudiar en castellano o catalán en función de lo que escogiesen sus padres. No especificó como piensa llegar hasta ahí pero bastó decirlo para que el asunto pasase al primer plano de actualidad inmediatamente.
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Hay más de 550 millones de hispanohablantes incluyendo el 100% de los catalanes. En Cataluña todos conocen el español y sus autoridades pretenden que todos conozcan el catalán. Los motivos por los que las autoridades catalanas quieren que todos los catalanes conozcan el catalán son políticas, no culturales, y los métodos por los que pretenden conseguirlo son impositivos e ilegales. Hacer política con la lengua común de los catalanes y con el catalán es la mayor agresión del secesionismo a la sociedad catalana y la mayor de las dejaciones del gobierno de España. Pese a todo, el español persiste por resultar útil y por ser parte arraigada de la cultura catalana y de la sentimentalidad de infinidad de catalanes. Usar la lengua contra la gente es humillante y divisor, es arrogante y es poco fiable. Hasta ahora, tras décadas de carretadas de dinero solo se ha logrado la discordia social y el empobrecimiento cultural.
Un cordial saludo.