
El presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, atraviesa un momento extremadamente complicado. Hace unas semanas fue acusado de corrupción por los vínculos de una de sus empresas con Odebrecht. Eso aún no se ha materializado en imputación alguna, pero le ha puesto contra las cuerdas. Fuerza Popular, el partido fujimorista, acaudillado por Keiko Fujimori (hija del ex presidente Alberto Fujimori) pidió al Congreso la destitución del presidente. Pero no podían hacerlo por sí mismos. Keiko Fujimori tiene 73 diputados en la cámara y para la destitución necesitaba 87.
En principio parecía que la izquierda peruana del Frente Amplio se iba a sumar a la moción y a estas alturas Kuczynski sería ya cosa del pasado. Pero sucedió lo que nadie esperaba. Durante la sesión parlamentaria sólo 78 diputados votaron a favor de destituir al presidente y la moción fue rechazada. ¿Qué había pasado? Diez diputados de Fuerza Popular se abstuvieron a pesar de que las órdenes eran votar a favor. Estos diez congresistas pertenecían al grupo más cercano a Kenji Fujimori (hermano de Keiko). Luego era fácil deducir que Kenji había llegado a un acuerdo bajo mesa con el presidente para que la moción no prosperase. Pero, ¿a cambio de qué?
El día de Nochebuena lo supimos. Kuczynski concedió un indulto humanitario a Alberto Fujimori. Lo anunció a las seis de la tarde, es decir, mientras los peruanos se afanaban en preparar la cena más importante del año. A partir de aquí el escándalo ganó volumen y hoy Kuczynski se encuentra asediado en dos frentes. Por un lado el asunto de Odebrecht, por otro el indulto a Fujimori, un tipo francamente siniestro que está en la cárcel sentenciado por delitos muy graves, incluidos dos matanzas y dos secuestros.
Esto, obviamente, ha tenido consecuencias inmediatas, y no sólo en la calle. Le han dimitido ya tres diputados de su partido Peruanos por el Kambio (sic), que no es una formación que vaya sobrada de representación. Tenía sólo 18 escaños, ahora tendrá que conformarse con 15. Los diputados del PPK acusan al presidente de no haber sido informados con antelación. Ha sido, además de puñalada, a traición. Pero sus propios diputados no son los únicos traicionados. Durante la moción Kuczynski jugó a dos bandas. Por un lado con Kenji, por otro con Verónika Mendoza, líder del Frente Amplio, a quien prometió que a cambio de sus votos no haría concesión alguna al fujimorismo. También traicionó a sus votantes. Repitió incansablemente durante la campaña del año pasado que jamás indultaría a Fujimori por muy enfermo que estuviese.
Lo cierto es que enfermó está. Va a cumplir 80 años (los mismos que el propio Kuczynski) y anda muy fastidiado de salud. ¿Justifica eso un indulto? En circunstancias normales tal vez si. Pero Alberto Fujimori no es una circunstancia normal. No debió indultarle por tres razones.
- Porque prometió no hacerlo por activa y por pasiva. Y, aunque todos sepamos que los políticos mienten, no es cosa de aplaudirles cuando lo hacen en nuestra cara.
- Porque la razón por la que le indulta no es humanitaria. Tan enfermo está Fujimori hoy como hace seis meses. Entonces no le indultó, ni siquiera lo consideraba. La decisión, por tanto, es política y de pura supervivencia personal. Es un vergonzoso cambalache para mantenerse en el cargo.
- Porque Fujimori no es un preso cualquiera. No es un ladrón de bancos que a los 80 años y al borde de la muerte quiere despedirse de este mundo en su casa.
Fujimori es un delincuente que delinquió desde el poder de manera repetida y con plena consciencia de lo que hacía. Después de perpetrar una plétora de delitos se fugó a Japón y si lo consiguieron atrapar fue porque el prófugo cometió el error de viajar a Chile, desde donde le extraditaron. Tiene cuatro sentencias en firme que suman 46 años de cárcel por allanamiento, por homicidio, por secuestro y por malversación de fondos públicos. Y eso es lo que se consiguió demostrar en los juicios celebrados entre 2007 y 2011 porque se le acusaba de muchos más crímenes.
Además de lo anterior, arrastró por el barro el Estado de Derecho en Perú, desmanteló todas las instituciones para ponerlas a su servicio. Violó la Constitución reinterpretándola a capricho para ser reelegido una tercera vez. Dio un golpe de Estado desde la Casa de Pizarro tras el cual reforzó la presidencia con poderes extraordinarios que le convirtieron en lo más parecido a un dictador. Machacó con saña a los periodistas críticos y hasta montó una guerra con Ecuador en 1995 por un valle perdido en los Andes que no contó ni con el beneplácito de la cúpula militar, a la que luego purgó sin piedad. Durante sus años de Gobierno (1990-2000) no quedó una sola institución en el país que no actuase movida como una marioneta desde el despacho presidencial: el Tribunal Constitucional, la Contraloría, las autoridades electorales… todo en Perú pasaba por él.
A un tipo que ha hecho tanto daño no se le indulta aunque sólo sea por una cuestión de justicia elemental.
Quedan por saber los efectos que esta decisión tendrá a corto-medio plazo. Nadie lo sabe pero es difícil que Kuczynski se recupere de esta. Ha traicionado a demasiados en demasiado poco tiempo. Los diputados de Fuerza Popular, los diez de Kenji Fujimori, no le van a apoyar. Han conseguido lo que buscaban y ahora volverán a la oposición. La izquierda, en gran medida responsable de que llegase al poder en segunda vuelta, redoblará sus esfuerzos para sacarle de ahí. Su partido ha quedado seriamente tocado y muchos de sus votantes se sienten, con razón, estafados.
Con el indulto ha salvado el día, pero le quedan muchos días de mandato por delante hasta que este concluya en 2020. Es poco probable que lo termine.
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Pedro Pablo se acercó al Congreso para acusar a los fujimoristas de golpistas y defender su honorabilidad ante las acusaciones de corrupción que le iban a suponer la destitución por incapacidad moral permanente en un Proceso de Vacancia. No quedó acreditada su corrupción, pero sí su falta de honorabilidad, al traicionar sus solemnes promesas a cambio de no perder la poltrona. Vendió el indulto al condenado por golpista, masacrador y corrupto Alberto, transmutando sus razones bastardas por falsas razones humanitarias, pues ni Alberto está terminal ni su humanidad ha de priorizarse sobre la de sus víctimas, todo, para permanecer en la presidencia, ahora sí, inmoral, por sus mentiras, sin capacidad, por sus traiciones y previsiblemente breve, por su soledad.
Un cordial saludo.